Que no se turben sus corazones

Que no se turben sus corazones May 1, 2016

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Durante el tiempo de Pascua, escuchamos todos los días en Misa acerca de los inicios de la iglesia. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos ofrece una visión única sobre los desafíos y las alegrías que vivieron nuestros padres en la fe.  Una de las polémicas más grandes que enfrentaron los primeros discípulos de Jesús fue esta: si era necesario observar la ley de Moisés.  ¿Deben los cristianos seguir las leyes prescritas del Antiguo Testamento, sobre todo la circuncisión? Con esta pregunta en mente, los apóstoles se reunieron en Jerusalén para orar, y guiados por el Espíritu Santo, tomaron una decisión: los cristianos sólo deberían abstener de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de carnes de animales estrangulados y de matrimonios ilícitos. En momentos de confusión y desacuerdo, la iglesia recurrió al Espíritu Santo prometido por Jesús para hallar por medio de él la paz y verdad.

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Jesús nos instruyó, “no se turben sus corazones.”  El Espíritu Santo siempre resguarda la iglesia, enseñando, protegiendo y guiando.  Jesús prometió permanecer con la iglesia que él fundó y lo ha hecho a lo largo de los siglos.

En el evangelio Jesús le concede su paz a sus apóstoles diciéndoles, “la paz les dejo; mi paz les doy,” las mismas palabras que repetimos en la Misa antes de intercambiar la paz.  En tiempos de dificultad, nosotros también pedimos paz como lo hicieron los primeros apóstoles.  ¿Cómo es la paz que Jesús nos concede si nos dice que la paz que el otorga “no es como la paz que nos da el mundo?”

La paz de Cristo es una paz que corre profundamente por nuestro ser. Está fundada en nuestra firme confianza en la misericordia y amor de Dios. Cristo es el Príncipe de Paz que calma la tormenta mientras sus apóstoles desesperaban creyendo que su barco se hundiría.  De la misma manera, Jesús calma las tormentas de nuestros corazones que muchas veces nos hacen desesperar al pensar que nosotros también nos hundiéremos.

La paz que Cristo nos da nos permite afrontar los retos de la vida sin miedo, confiando en la sabiduría y la fuerza del Espíritu Santo. Su paz no garantiza la ausencia de dificultad o sufrimiento, pues Jesús dijo, “toma tu cruz y sígueme”. La paz de Cristo calma nuestros corazones para así poder afrontar las tormentas de la vida con él.

Consideren la Virgen María. Cuando el ángel Gabriel le anunció que concebiría un hijo y que este niño sería el esperado descendiente de David, María seguramente sintió mucha ansiedad y angustia.  Si ella hubiese permitido que la ansiedad y angustia tomasen control, cabe la posibilidad que su “sí” haya sido un “no.”  María confió en Dios y dijo “sí.”  A pesar de que una espada le atravesó su corazón y que sufrió tremendamente al decir “si,” todas estas cosas las enfrentó con paz, sabiendo que Dios estaba a su lado.

El mundo puede estar derrumbándose, pero la paz de Cristo permanece firme en la profundidad de uno.  Tantas angustias nos perturban y preocupan, pero debemos permanecer firmes confiando que con Cristo conquistamos todo.

Foto es mia, derechos reservados.  Foto tomada en Elba, Italia, 2007.


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