Nuestro Volver al Señor

Nuestro Volver al Señor March 24, 2017

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La parábola del hijo pródigo debe ser la más conocida de la Biblia, quizás sólo le ganaría la del buen samaritano. Esta es una historia simple pero con un mensaje siempre aplicable que ha cautivado a innumerables cristianos y no cristianos por igual. ¿Qué hace esta historia tan potente y atractiva?

Generaciones de hombres y mujeres han encontrado esperanza y aliento en la experiencia de la conversión del joven que insultó a su padre pidiendo su herencia, mal usó sus dones y talentos, y luego regresó a casa de su padre con intenciones no perfectas.

Lo que hace al hijo pródigo volver no es el amor por su padre o un arrepentimiento perfecto, pero más bien lo hace volver el hambre. Uno puede escuchar al joven ensayar sus palabras a su padre para ver si lo engaña: “diré, padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Trátame como uno de sus trabajadores contratados.”

El padre no le toma mucho interés a las palabras de su hijo, ni permite que su hijo termine sus palabras ya preparadas. El joven ya no le dice a su padre: “trátame como tratarías a uno de sus trabajadores contratados,” seguramente porque el padre dejó de escucharlo para pedir a sus siervos que preparen una fiesta.

El arrepentimiento completo y sincero del hijo surge cuando él experimenta el amor absoluto e incondicional de su padre. “Su padre se llenó de compasión; corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. ¡Vístanlo! ¡Maten al becerro gordo!” El joven regresó con intenciones no perfectas, pero su regreso fue suficiente para que su padre lo perdone y para que haya reconciliación.

La vida desordenada del hijo desvanece inmediatamente cuando él recibe el amor de su padre, transformándolo en una nueva creatura. Este proceso no lo logró el joven por su cuenta, pero más bien fue obra del padre.  El amor del padre lo transforma por dentro y por fuera.

El Padre Henri Nouwen, un escritor espiritual holandés, escribió que nosotros somos el hijo pródigo cada vez que buscamos amor incondicional donde no se encuentra. Somos el hijo pródigo cada vez que buscamos amor verdadero dejando nuestro hogar, la casa del Padre, donde ya somos hijos amados. Somos el hijo pródigo cuando tratamos de ser independientes y salir adelante en la vida sin la ayuda de Dios.

Algunos permanecen lejos de Dios porque consideran que su arrepentimiento es imperfecto o insuficiente. Otros piensan que un aspecto de su vida está en tal desorden que son indignos de acercarse al Señor. Otros aún se desaniman con pecados habituales, vicios y repetidas caídas creyendo que no hay esperanza de algún cambio.

Esta parábola nos muestra lo contrario: debemos recurrir al Señor cueste lo que cueste, con nuestras imperfecciones y todo.  Él es quien nos puede transformar para dejar atrás al “hombre viejo” y convertirnos en creaturas nuevas.  Esto no lo podemos hacer por nuestra cuenta, pues es siempre Cristo quien nos redime.

pueblo

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