Señor, ayúdanos a no ser así

Señor, ayúdanos a no ser así November 10, 2016

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Escribí este articulo hace un mes sobre una experiencia que viví este verano pasado.  Espero que eventos como este no se conviertan en algo más frecuente debido al ambiente actual de nuestro país.

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Una señora mayor abordó el avión y pasó por delante de mí de camino hacia su asiento. Unos segundos después, la misma señora, confundida, estaba parada a mi lado y la azafata le pidió su tarjeta de embarque. La señora tenía asignado el asiento a mi lado pero una joven ya se había sentado ahí por equivocación.  La azafata invitó a la mujer a tomar asiento en la fila delante de la mía.

El señor sentado delante de mí se paró de mala gana y permitió que la pobre mujer desorientada pase y tome asiento junto a la ventana.  El señor no volvió a sentarse.  Antes de solicitarle a la azafata un nuevo asiento, podía ver en sus ojos que había surgido un gran problema.  El señor no iba a sentarse al lado de esta mujer que no hablaba inglés, que estaba vestida con una túnica negra, con su cabeza cubierta, mostrando solo parte de su cara.  Cuando el señor estaba ya listo para ir hacia su nuevo asiento, volteó su mirada hacia la mujer y de una manera burlona le dijo, “¡que tenga un buen viaje!”

Me quedé con la boca abierta, en shock y lleno de indignación.  Lo que había evidenciado era tan absurdo que parecía como una comedia que aún no había llegado a su conclusión.  El hombre había juzgado basado en su miedo a lo que desconocía.  La vestimenta de la señora fue suficiente para él negarse a sentarse a su lado.  La mujer se sentó y se acomodó. Sus ojos cansados mostraban que había ya estado viajando por un tiempo largo.  Parecía estar preocupada, pero no consciente del tumulto que simplemente su presencia había causado.

La partida del señor me solucionó a mí un dilema y a la misma vez me brindó una oportunidad de practicar benevolencia.  La joven sentada a mi lado llevaba un perfume fuerte a lo cual soy alérgico (por favor, cuando viaje, especialmente en avión, no use perfume y los muchos que sufren de alergias se lo agradecerán).  A los minutos de haber desocupado el señor su asiento, me cambié de asiento y me senté junto a la señora vestida de negro.  Durante el vuelo le ayudé a bajar su mesita de asiento y a obtener el formulario correcto de inmigración. La señora durmió la mayor parte del vuelo, a veces incluso cubriendo su rostro completamente con su vestido. Intenté averiguar sin éxito de dónde provenía, pero si llegué a saber que iba a Rochester, Nueva York.  Al salir del avión, le ayudé cargando una de sus dos bolsas que estaban ambas pesadas y maltratadas.

Todos somos seres humanos. Independientemente de nuestras diferencias, compartimos la misma experiencia humana y hemos sido creados por el mismo Dios que nos llama a ser caritativos los unos con los otros, buscando su presencia en el prójimo. ¿Por qué salir corriendo buscando otro asiento cuando Cristo nos espera para que nos sentemos junto a él? El prejuicio y el miedo no tienen lugar en el corazón de un cristiano. Sobre todas las cosas es la ley de la caridad.


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