Pobreza y Necesidad: una lección de Ruanda

Pobreza y Necesidad: una lección de Ruanda February 3, 2017

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Llegamos al pueblo de Kagano en Rwanda después de un largo viaje desde la capital Kigali. Habíamos tenido ya un día extendido primero con la visita a las oficinas del Distrito de Nyabihu para una reunión con funcionarios distritales seguido por la continuación del camino hacia una zona más remota. Debido a retrasos inesperados, no pudimos comer como estaba previsto. Al ingresar a Kagano en nuestro bus pequeño, niños corrían al lado nuestro gritando “abazungu, abazungu.” Pronto aprendimos que estas palabras no eran de bienvenida, pero más bien eran palabras descriptivas. Los niños entusiasmados estaban diciendo en su idioma, “gente blanca, gente blanca”. Este grupo de gente blanca, representantes de Catholic Relief Services (CRS), había llegado al pueblo, y puesto que eran las cuatro de la tarde y no habíamos comido, teníamos hambre.

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Mientras oficiales explicaban el Proyecto Crops for Health, una iniciativa colaborativa entre el Distrito de Nyabihu, la Diocesis Catolica de Nyndo y CRS diseñada para mejorar los niveles de nutrición, decenas de niños y niñas desnutridos disfrutaban comiendo una papilla verde compuesta de granos, pescado, papa y camote. Los niños estaban sentados con sus mamas y frente a ellos estábamos sentados los hambrientos miembros de la delegación de CRS.  Tenía tanto hambre que me hubiera encantado probar la papilla verde que comían los niños sonrientes.

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Al evidenciar este momento, un verso del Libro de Samuel me vino a la mente: “Los que estaban satisfechos van a trabajar por un pedazo de pan, mientras que los débiles descansan. La mujer estéril da a luz siete veces; pero se marchita la madre de muchos hijos” (1 Samuel 2, 5). La ironía de lo que veía envolvió mis sentidos como niebla que desciende sobre un viajero. Los niños desnutridos comían hasta llenarse mientras que la delegación de CRS miraba como se devoraban su papilla.  Los que supuestamente tenían todo tenían hambre, y los hambrientos estaban satisfechos. Los que creían tenerlo todo se encontraban en necesidad, mientras que los necesitados recibían lo que les hacía falta.

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Una gran lección se desarrolló ante mis ojos. Todo ser humano, incluyendo el que vive en extrema necesidad, contribuye al bien de la sociedad.  Los niños de Kagano ofrecían emoción y alegría. Las mujeres vestidas con ropas coloridas radiaban esperanza y júbilo con sus cantos y danzas.  Los hombres con orgullo mostraban gran conocimiento de técnicas innovadoras para aumentar la productividad de sus cultivos. Programas de beneficencia y desarrollo no sólo mejoran estadísticas nacionales, pero transforman vidas – tanto las vidas de los beneficiarios como la de los benefactores. Se afirma la dignidad de los beneficiarios, reconociendo que en su necesidad ellos señalan a la pobreza y necesidad de los benefactores. Al observar a los niños disfrutar la papilla verde, mi barriga hambrienta se convirtió en un recordatorio concreto de mi propia pobreza y necesidad.

El Distrito de Nyabihu al occidente de Ruanda tiene una población de 295.000 y el 90% de sus ciudadanos viven por agricultura de subsistencia. La gran limitación de tierra disponible significa que en promedio cada familia sólo tiene media hectárea de terreno para vivir y cultivar alimentos. Un distrito muy poblado, hay unos 1.376 habitantes por milla cuadrada, 65.855 hogares, y el 39,6% de ellos viven en la pobreza. Considerando estos datos, los dos mayores desafíos que enfrenta el distrito son la inseguridad alimentaria y la desnutrición.  Por consecuencia de estos, se llega a la estadística impactante que el 59% de los niños del distrito tienen un retraso en su crecimiento.

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El retraso de crecimiento en niños es la consecuencia directa de una mala nutrición a largo plazo, la cual obstaculiza el crecimiento físico y retrasa el desarrollo mental, reduciendo el rendimiento escolar y la capacidad intelectual de la persona. Cuando un niño malnutrido alcanza la edad adulta, él o ella sufre serias limitaciones que impactan negativamente no solo su potencial como persona pero el potencial de la sociedad. En el 2011, Ruanda enfrentaba la realidad que el 51% de sus niños tenían un retraso en su crecimiento, pero por medio de diversas iniciativas, este porcentaje se ha reducido al 38%. El distrito de Nyabihu sin embargo todavía tiene la tasa más alta del país donde el 59% de los niños demuestran un retraso en su crecimiento. Estos porcentajes sólo pueden ser disminuidos a través de una atención a largo plazo hacia niños desnutridos y a aquellos responsables por su alimentación. Este es el propósito del Proyecto Crops for Health que CRS financia y apoya en Ruanda.

El Proyecto Crops for Health está diseñado para mejorar la seguridad alimentaria, incrementar niveles de nutrición, y fomentar el desarrollo económico de familias con niños menores de cinco años o en riesgo de desnutrición. El proyecto promueve el cultivo de plantas tradicionales que han sido descuidadas, presenta a los campesinos cultivos con un alto valor nutricional, les ayuda a diversificar su cosecha y también les enseña técnicas agrícolas innovadoras para maximizar la poca tierra disponible. Todo esto a su vez mejora la nutrición, la seguridad alimentaria y el sustento de miles de familias.

El programa identificó 7.320 de familias en riesgo y las dividió en 244 grupos de trabajo.  Crops for Health luego entrenó a 488 líderes de nutrición en un hospital y en doce centros de salud, distribuyó utensilios básicos de cocina y presentó animales pequeños como gallinas y conejos a 1.000 campesinos. Cada grupo de trabajo recibió herramientas agrícolas, semillas y la capacitación en nuevas técnicas agrícolas.

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CRS organizó comunidades de ahorro y préstamos en cada grupo de trabajo, invitando a que los miembros ahorren dinero en este fondo comunitario.  Esta práctica no sólo promueve el ahorro, pero también permite a los agricultores solicitar préstamos con una tasa de interés baja.  Durante nuestra visita a Kagano, los campesinos nos mostraron con orgullo un baúl de madera cerrado con tres candados. Tres hombres trajeron llaves y al mismo tiempo abrieron los tres candados para mostrarnos el dinero guardado dentro.  Todos los presentes aplaudieron. Un oficial diocesano me mostró el registro contable del fondo común de Kagano y me quedé sorprendido al notar que la mayoría de familias hacían depósitos en incrementos de 50 francos ruandeses, o unos 7 centavos de dólar. Esta pequeña cantidad de dinero es considerada lo suficiente sustanciosa como para hacer un depósito en la cuenta de ahorros.

El Padre Jean Pierre, el Director de Caritas de la Diócesis de Nyndo, mencionó que cuando era un niño comía en su escuela gracias a la generosidad de CRS.  “CRS estuvo presente en la reconstrucción del país después del genocidio, especialmente proporcionando herramientas agrícolas. Nuestras vidas recomenzaron gracias a Cáritas y a CRS quienes proporcionaron semillas para reiniciar nuestras vidas.” Han pasado muchos años desde el genocidio de 1994 y CRS continua impactando positivamente las vidas de miles de ruandeses. La pobreza no se puede reducir sin abordar los temas de la inseguridad alimentaria y la desnutrición.  Por esto el Proyecto Crops for Health ataca la raíz del problema y no solo provee una solución pasajera.  El trabajo de CRS en Ruanda y en todo el mundo transforma vidas al efectuar cambios institucionales que perduran. Crops for Health no sólo alimenta niños hambrientos, pero mediante la enseñanza de técnicas de cultivo y al facilitar una mejor estabilidad económica, ayuda a las familias surgir de la pobreza hacia una vida más estable y digna.

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Los niños de Kagano nos siguieron de regreso a nuestro bus a la entrada del pueblo.  Con mucha atención miraron como mantuvimos nuestro balance al cruzar un arroyo sobre un tablón de madera. Corrieron por medio de los árboles mientras seguíamos un camino que bajaba una colina. Gritaron y corrieron a lo largo del camino de tierra mientras salíamos del pueblo en nuestro pequeño bus.  Quizás nunca regrese a Kagano, pero nunca olvidaré la lección que me enseñaron sus habitantes: todo ser humano, incluyendo el que vive en extrema necesidad, contribuye al bien de la sociedad. Mi barriga hambrienta no solo recalcó nuestra humanidad compartida, pero fue un recordatorio concreto de mi propia pobreza y necesidad.

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