Lamenta recuerdos que nunca se realizaron

Lamenta recuerdos que nunca se realizaron February 7, 2018

“Lamenta recuerdos perdidos que nunca se realizaron. Lamenta aquello que nunca fue. Lamenta recuerdos que no posees. Lamenta el momento presente que no fue destinado a existir”.  Escribí estas palabras en el 2010 mientras estaba sentado en la banca trasera de la Parroquia Saint Joseph en Washington, Georgia. La última vez que había entrado a esta pequeña parroquia rural fue unos pocos días antes de que mi hermano fuera diagnosticado con cáncer a mediados de diciembre de 1995.  Esa Navidad yo iba a tocar el piano durante la Misa, pero nunca llegamos.

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“A orillas de los ríos de Babilonia estábamos sentados y llorábamos, acordándonos de Sion.  En los álamos de la orilla teníamos colgadas nuestras citaras.  Allí nos pidieron nuestros deportadores canticos, nuestros raptores alegría.  ¡Cantad para nosotros un cantar de Sion!  ¿Cómo podríamos cantar un canto al Señor en una tierra extraña?  ¡Jerusalén, si yo de ti me olvido, que se seque mi diestra!”  Tomado del Salmo 137, estas palabras fueron escritas por israelitas angustiados en cautiverio en Babilonia tras la destrucción de Jerusalén en el año 586 A.C. Este pueblo había perdido todo y ahora vivía en una tierra lejana y desconocida.

El lamento es una emoción humana potente. Si desmedida, ciertamente esta abruma a aquellos que han experimentado gran pérdida. Las palabras del Salmo 137 siempre han resonado en mi por el anhelo profundo que expresan. Mientras estudiaba el seminario en Roma, oí un sacerdote decir que este salmo encapsula la experiencia de los refugiados, o cualquier persona que ha perdido mucho (o todo), dejando detrás todo lo que era conocido. Predicando en una Misa de inmigrantes, el sacerdote nos invitó para colgar nuestras citaras junto al Tíber y unirnos al lamento de Israel.

Mientras estaba sentado en la parroquia de Washington donde fui confirmado, me di cuenta de que tenemos que tomar el tiempo para lamentar aquellas cosas que nunca llegaron a buen término en nuestras vidas. A veces tenemos expectativas razonables sobre el futuro que simplemente no se dan y tenemos que lamentar estos esperados momentos futuros que nunca se convirtieron en recuerdos. Estos permanecieron sueños y deseos que nunca se realizaron a causa de elementos fuera de nuestro control.

Es lamentar una vida alternativa que nunca se dio.  Es unirse a los israelitas en su lamento a orillas de los ríos de Babilonia.

Permanecer por siempre en este lamento es peligroso ya que el pasado no se puede cambiar.  Hay que reconocer los cambios y los giros de la vida y aceptar que hoy somos el resultado de los muchos eventos y las circunstancias de nuestros pasados. Cualquier otra actitud lleva a la locura y la desesperación. Quedarse viviendo en ‘lo que hubiera sido’ nunca ayuda porque evita que el corazón reconozca lo que sí es la actualidad.  Es al confiar en la Providencia de Dios que somos capaces de cantar un canto al Señor dondequiera que nos encontremos, hallando significado y valor en nuestras luchas, nuestros  lamentos y nuestros dolores.

Foto utilizada con permiso, El Angel de Amiens.


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