Alégrense y regocíjense en el don de la santidad

Alégrense y regocíjense en el don de la santidad April 30, 2018

El último documento publicado por el Papa Francisco describe una trayectoria por la cual una infinidad de fieles han transitado: el camino de la santidad. El Papa inicia su Exhortación Apostólica citando las bienaventuranzas de las cuales el documento toma su nombre, “Gaudete et Exultate, Alegraos y Regocijaos”. En ellas, enseña el Papa, se encuentra lo que constituye la santidad. “Las Bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano,” escribe Francisco. Estas enseñanzas desafiantes y directas de Jesús describen lo que significa ser un fiel cristiano.

En un mundo donde muchos basan su fidelidad a Cristo en el conocimiento que han alcanzado, u obras realizadas, el Papa nos desafía a reconocer que la salvación y santidad son dones de Dios. Algunos erróneamente consideran que cuanta más información saben sobre la fe y cuantos más argumentos sobre Dios pueden ganar, más cerca a Dios estarán. El Papa Francisco declara que esta actitud basada en el mero conocimiento intenta domar el misterio, sin embargo, es imposible domar el misterio que es Dios. Francisco escribe que ” a largo de la historia de la Iglesia quedó muy claro que lo que mide la perfección de las personas es su grado de caridad, no la cantidad de datos y conocimientos que acumulen. El conocimiento de Dios no se puede reducirse al aprendizaje de información, pero más bien se trata de abrir el corazón vulnerablemente para que Dios obre en el alma.

Otros consideran que cuanto más obran, más se acercan a Dios. Ciertamente nuestra fe nos llama a la acción, pero no hay nada que tu o yo podamos hacer para merecer la salvación ya que esta es un don de Dios. Dios nos ha amado primero, por lo tanto, todo movimiento de Dios en el alma es iniciado por él. El Papa Francisco señala que algunos erróneamente creen que la justificación se merita por esfuerzo propio, adorando así la voluntad humana y la capacidad personal. Francisco considera que esta actitud es “una autocomplacencia egocéntrica y elitista privada del verdadero amor… y se manifiesta en muchas actitudes distintas”. Se da a veces excesiva importancia a ciertas normas, costumbres o maneras de actuar, hasta el punto que los fieles olvidan que Dios es más grande que estas cosas.

El camino de la santidad presentado en las bienaventuranzas prepara el alma para recibir a Cristo quien todo renueva. Entre los muchos ejemplos que el Papa brinda para seguir mejor las bienaventuranzas, menciona la importancia de reaccionar hacia el prójimo con humildad y mansedumbre. Cuando consideramos “las fallas y limitaciones de los demás con ternura y mansedumbre, sin un aire de superioridad, podemos realmente ayudar y dejar de desperdiciar nuestra energía en la inútil quejarse.”

También recalca que para crecer en santidad, hay que sembrar paz. “El mundo de las habladurías, hecho por gente que se dedica a criticar ya a destruir, no construye la paz… no es fácil construir esta paz evangélica que no excluye a nadie sino que integra también a los que son algo extraños, a las personas difíciles y complicadas, a los que reclaman atención, a los que son diferentes, a quienes están muy golpeados por la vida”.

La santidad requiere una ferviente relación con Dios sin olvidar que él nos juzgará basado en cómo vivimos nuestras vidas en relación con los demás (Mateo, 25). “Nuestro culto agrada a Dios cuando allí llevamos los intentos de vivir con generosidad y cuando dejamos que el don de Dios que recibimos en él se manifieste en la entrega a los hermanos”.

“Alegraos y Regocijaos,” escribe San Mateo en su evangelio, “porque su recompensa será grande en los cielos.” La vida en Cristo satisface con gozo y alegría, ambos dones de un Dios que nunca se cansa de buscarnos. Esto no se alcanza por medio del intelecto o la voluntad a solas, sino a través de una respuesta al llamado de Dios. La santidad en sí es un don de Dios.

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