Sobre inmigrantes, de un inmigrante

Sobre inmigrantes, de un inmigrante September 4, 2019

Cuando fui ordenado sacerdote nunca me imaginé que estaría tan inmerso en el tema de la inmigración. Anticipaba que serviría a mis compañeros inmigrantes y que trabajaría con católicos de habla hispana ya que yo hablaba español. Lo que nunca imaginé fue que como sacerdote pagaría la fianza de feligreses para que salgan de la cárcel, actuaría como mediador entre el departamento de policía y mis parroquianos, los organizaría para que participen en marchas en Atlanta y Washington, sería citado erróneamente y atacado en línea y en el periódico, y finalmente que discutiría con algunas personas bastante enojadas.

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Muchos se preguntan por qué la Iglesia Católica habla sobre el tema de la inmigración, y algunas personas arrojan piedras a católicos fieles acusándolos erróneamente de mezclar la fe y la política. La Iglesia toca el tema de inmigración porque como cristianos reconocemos la dignidad de toda persona humana. Creemos que esta dignidad es otorgada por Dios y no por ningún gobierno. Es una dignidad que nunca se pierde independientemente de las decisiones que uno tome en la vida. El filósofo alemán ateo contemporáneo Jürgen Habermas anima a la Iglesia a hablar en el foro público en un lenguaje que todos, incluyendo aquellos fuera de la Iglesia, puedan comprender, ya que él está convencido de que la Iglesia tiene mucho para ofrecer en el refinamiento de la moralidad en el mundo secular. Después de abogar por la privatización de la religión durante muchos años, Habermas se dio cuenta del papel indispensable de la Iglesia en la formación y continuación de la cultura. Por esta razón cambió su filosofía.  La rica tradición de la Iglesia y siglos de contemplación sobre diversos temas tienen mucho que aportar en el debate público no solo de la inmigración, sino también de salud, el aborto, el control de armas, etc.

Hace varios años un parroquiano se me acercó después de asistir a una charla sobre inmigración en la parroquia impartida por un abogado que promueve intereses católicos en el capitolio en Atlanta. Este señor me dijo respetuosamente: “Padre, sigo pensando que cuando ayuda a estas personas, usted está consintiendo lo han hecho. La iglesia no debería ayudarlos”. Yo le respondí, “dos veces al mes voy a la prisión estatal. Confieso, celebro misa y paso tiempo con los presos. La mayoría de ellos han sido condenados a cadena perpetua sin la posibilidad de libertad condicional. Voy allí porque hay una necesidad pastoral y porque reconozco su dignidad ante Dios”.

La predicación del evangelio tiene consecuencias concretas y puede llevarnos a un lugar donde nos sentimos incómodos y desafiados.  Creer que toda persona humana es creada a imagen y semejanza de Dios independientemente del color de su piel, género, habilidad, estatus migratorio, etc., tiene consecuencias.

El tema de inmigración ha estado últimamente en las noticias, pero a pesar de los diversos acontecimientos recientes, no debemos olvidar el problema fundamental que genera nuestro dilema nacional de inmigración.  Durante años los obispos católicos de los Estados Unidos han pedido al Congreso que apruebe una reforma migratoria integral que reconozca la necesidad de mano de obra en la nación.  Esta es la razón por la que hay tantos inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos – las formas legales de ingresar al país son extremadamente limitadas.  No existe la posibilidad de pararse en una línea para los inmigrantes de hoy.

Generalmente, uno puede ingresar a los Estados Unidos legalmente bajo una de tres condiciones: 1) Un miembro de la familia inmediata que es ciudadano o residente lo pide, 2) Uno está huyendo persecución política en su país de origen y uno teme por su vida, 3) Uno posee una habilidad particular altamente desarrollada que no se encuentra en los Estados Unidos y una empresa lo patrocina.

La mayoría de los inmigrantes no autorizados en los Estados Unidos no son trabajadores altamente calificados (ingenieros, abogados, directores generales), pero existe la necesidad de su mano de obra.  La mayoría trabaja en la agricultura, el empaque de carne, la jardinería, la construcción, y otras industrias que no califican como habilidades especializadas.  El gobierno de los Estados Unidos pone oficialmente a disposición alrededor de 200.000 visas temporales agrícolas y no agrícolas cada año, pero las empresas rehúyen estas porque la burocracia es tremenda y los gastos son altos.  Ofrecer un mayor número de visas temporales de manera eficiente disminuiría significativamente los ingresos no autorizados por la frontera, y la permanencia de personas con visas vencidas.

Los obispos de los Estados Unidos creen firmemente que los inmigrantes deben venir a los Estados Unidos legalmente, pero señalan que el sistema de inmigración actual no reconoce la necesidad de mano de obra que existe en el país. La demanda supera la cantidad disponible.  La Iglesia pide una reforma que aumente el número de visas disponibles para trabajadores con habilidades consideradas no especializadas por el sistema migratorio.  Esto disminuirá el número de entradas no autorizadas al país.  Efectivamente, lo que tenemos hoy es una subcategoría indispensable de trabajadores que no tienen posibilidad de regularizar su situación migratoria o incluso de solicitarla, y siguen trabajando porque se les necesita.

La Iglesia seguirá hablando sobre inmigración al igual que otros temas que afectan a la sociedad ya que la Iglesia aporta sabiduría y perspectiva.  La Iglesia no espera que los gobiernos hagan su voluntad, pero si resalta temas de actualidad para que se transformen corazones. La Iglesia seguirá desafiando a la sociedad a reconocer la dignidad de toda persona humana y a aceptar las consecuencias que se derivan de ella.  La política de inmigración debe respetar la dignidad de cada persona y aliviar la discrepancia entre la demanda `de mano de obra y la disponibilidad de ella que ofrecen los inmigrantes.

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