El 27 de marzo de 2020, el Papa Francisco ascendió lentamente y solitario la larga rampa de piedra que comunica la Plaza San Pedro con las majestuosas puertas de entrada a la Basílica Vaticana. Usualmente llena de miles de peregrinos cuando el Santo Padre está presente, esta noche atípica encontró a la Plaza San Pedro con solo un puñado de curiosos bajo paraguas mientras lluvia caía y empapaba no solo al Papa, sino también al histórico crucifijo de la Iglesia de San Marcelo el cual fue llevado en procesión por la ciudad de Roma en 1522 para implorar el fin de la peste.
La plaza desolada con solo el Papa presente recalcó la oscuridad que descendió sobre el mundo entero en marzo de 2020 cuando la pandemia de COVID-19 se desató y la incertidumbre invadió todos los aspectos de la existencia humana. “Una oscuridad pensante se ha acumulado sobre nuestras plazas, nuestras calles y nuestras ciudades. Nos encontramos con miedo y perdidos”, inició el discurso del Papa. Si hiciste lo mismo que hice yo esa noche, estábamos viendo este notable evento en vivo junto con millones de personas más, y también estábamos interiorizando detalladamente cada palabra pronunciada por el Papa Francisco.
Un frase recurrente surgió en el discurso del Papa donde citó las palabras de Jesús a sus discípulos cuando se aterrorizaron en medio de una tormenta: “¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe? En uno de los momentos más oscuros de la historia moderna, el mensaje del evangelio resonó con claridad cuando el Papa impartió al mundo una Bendición Eucarística y la Bendición Urbi et Orbi desde el pórtico de la Basílica. El cielo nocturno nublado y la iluminación sutil expresaron efectivamente el pesado sentimiento del momento, pero al mismo tiempo, la bendición recibida hizo brotar gran esperanza. Siete veces el Papa Francisco usó la palabra “esperanza” hacia el final de su discurso, recordándonos que en la oscuridad podemos permanecer anclados con seguridad en nuestra esperanza en Jesucristo.
Cada noche de Pascua tan pronto como se pone el sol, se enciende un fuego fuera de cada iglesia católica, y esa luz ingresa a la iglesia a oscuras. Velozmente la luz se esparce cuando los fieles encienden sus velas del único Cirio Pascual. Las tinieblas que descendieron sobre la tierra cuando Jesús murió son nuevamente vencidas por la luz de su Resurrección fielmente conmemorada en la Pascua. “[Abracemos] al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la esperanza que nos saca del miedo”, enfatizó el Papa.
El misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús se vive a lo largo de la historia y de nuestra vida. La oscuridad da paso a la luz, las tormentas a la calma y la muerte a la vida. La Resurrección de Jesucristo nos da una esperanza inquebrantable que nos permite proclamar con certeza que las tinieblas y la muerte nunca tienen la última palabra. Es la Resurrección la que permitió al Papa Francisco caminar solo en la Plaza San Pedro en medio del miedo y la oscuridad para implorar con confianza la bendición de Dios sobre el mundo. La tumba vacía que encontró María Magdalena la mañana de Pascua informa cada decisión y momento de la vida cristiana. Cualesquiera que sean los desafíos que aún nos esperan, caminamos seguros porque Jesús ha resucitado de entre los muertos, ¡aleluya!