Gozo Pascual

Gozo Pascual March 31, 2016

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Cupula sobre la tumba de Jesus

María Magdalena se acercó a la tumba temprano una mañana de domingo absolutamente desconsolada, su mente repleta de preguntas, dudas y tristezas. Había iniciado su día temprano, antes de que saliera el sol, así podía llegar a la tumba antes que los primeros rayos de luz surgieran. A pesar de su terrible dolor, vino a la tumba de Jesús para completar la preparación del cuerpo. Al acercarse, su tristeza se convirtió en desconcierto, ¡la piedra a la entrada de la tumba había sido movida!

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La Magdalena pensaba que la situación ya no podía empeorar, sin embargo las cosas habían empeorado: “¡se han llevado a mi Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto!” Su espíritu ya deteriorado por los acontecimientos de los días previos se debilitó aún más. “No puedo aguantar más,” habrá pensado. “¿Cuándo terminará este dolor?”  Salió en búsqueda de Pedro y Juan para compartir la terrible noticia. Nada tenía sentido para ella, y su corazón estaba pesado con una profunda tristeza.

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Altar de Maria Magdalena, marcando el sitio donde se encontro con Jesus resucitado, Jerusalen

A pesar de estos eventos, ese mismo día, después de experimentar las profundidades del dolor y el sufrimiento, María Magdalena sintió una alegría incomparable. La oscuridad y turbulencia que habían descendido sobre ella desaparecieron inmediatamente luego de su primera vista de su Señor resucitado. Cristo transformó su tristeza en alegría y su pérdida en júbilo.

Es posible identificarse con María Magdalena. La mayoría de nosotros hemos vivido experiencias de la cruz, y seguramente hemos renegado de Dios con un corazón rebelde o decepcionado.  Hemos dicho con María, “Señor, ¿dónde estabas?” Hemos compartido en el dolor de ella al no encontrar a Jesús en nuestra angustia. Como ella, hemos entrado en pánico, tal vez incluso echándole la culpa a Dios de nuestra desgracia.

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Tumba de Jesus en Jerusalen

De la misma manera que la Magdalena encontró esperanza y alegría en Cristo resucitado, cada uno de nosotros podemos también encontrar esperanza y alegría en Cristo. La Pascua nos recuerda que al resucitar de entre los muertos, Jesucristo ha disipado las tinieblas de nuestras almas, calmado nuestras ansiedades, sanando nuestras heridas y nos ha llenado de esperanza y alegría.

La vida cristiana nos invita a vivir cada día la experiencia de María Magdalena en el día de la resurrección.  Estamos llamados a siempre elevar nuestros corazones y mentes a Dios, confiando en que él nos llena de esperanza y alegría ya que la tumba está vacía. No podemos olvidar la tumba vacía, la fuente de nuestra esperanza.

Al igual que María Magdalena, nuestros dolores y penas encuentran redención y significado en Cristo resucitado. Sus palabras angustiadas “¡se han llevado a mi Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto!” se convierten en palabras alegres, “¡He visto al Señor!” Así como Cristo resucitado tiene el poder de transformar a María Magdalena, El puede transformarnos a cada uno de nosotros, llenándonos de gozo pascual.

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