La vida cambia en un abrir y cerrar de ojos. Basta una llamada telefónica, una reunión o una opción aparentemente sin mucha importancia. El cambio puede ser positivo, pero cuando este es el caso, uno acepta el cambio con alegría y continúa viviendo agradecido por la bendición inesperada. Cuando el cambio es desagradable, nuestro mundo se viene abajo. El futuro se oscurece y parece como si nada será igual.
Jesús dijo a sus discípulos, “estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor. Fíjense en esto: si un dueño de casa supiera a qué hora de la noche lo va a asaltar un ladrón, seguramente permanecería despierto para impedir el asalto a su casa. Por eso, estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos esperan.” Este pasaje del evangelio es esencialmente una llamada a la vigilancia en cuanto a la muerte, pero puede ser aplicado a todos los momentos inesperados de la vida. Cualquier cosa puede suceder en un momento dado y debemos estar preparados espiritualmente. De lo contrario, el alma parece ahogarse con el peso del mundo.
Estas últimas semanas han surgido muchas historias de Texas después del devastador huracán Harvey que golpeó la costa del Golfo de México afectando a millones de personas. La vida ha cambiado significativamente para muchos y lamentablemente para algunos, su vida terrestre ha terminado. Escuché en el radio una entrevista a un hombre que escapó de su camioneta por la ventana, pero fue testigo de cómo su familia murió ahogada al hundirse la camioneta en las rugientes aguas. A cuantas personas les ha cambiado la vida despues de los terremotos en Mexico y ahora el huracán Maria en Puerto Rico.
Hace algunos varios años mientras ojeaba unos libros en liquidación en una librería, una mujer parada a mi lado recibió una llamada a su teléfono celular. La escuché responder con un alegre saludo. Rápidamente oí como su tono de voz se transformó, sus pocas palabras expresadas con una angustia aterrorizante. A la vez observé como su cuerpo parecía derretirse a mi lado. Su vida estaba cambiando para siempre al recibir una noticia terrible, y yo ahí estaba parado a su lado. Tan pronto terminó la llamada, la mujer llamó a un señor que estaba cerca. Escuché su conversación breve y agitada: su hermana había muerto en un accidente de carro.
Cuando estos momentos llegan en la vida, Jesús nos llama a “permanecer despiertos,” lo cual hacemos perseverando en medio de la adversidad. Mantenerse despierto requiere confiar que Jesús camina con nosotros en medio de las cruces de la vida. Cuando la oscuridad desciende rápidamente sobre un alma, es imprescindible permitir que la luz de Cristo brille. El misterio de la cruz es que en medio de los grandes problemas y la adversidad, es al cargar la cruz que encontramos la redención.
La vida cambia inesperadamente. Cualquiera que sea el cambio, Jesús permanece con nosotros, y a lo largo de la lucha siempre nos considera como consideró a las multitudes hambrientas a orillas del Mar de Galilea, con piedad y compasión. Mostrando solidaridad con las personas cuyas vidas han cambiado para siempre en Texas, pidamos a Jesucristo que nos conceda la gracia de permanecer vigilantes y estar preparados para esos cambios difíciles que llegan cuando menos esperamos.