¿El precio de la inmigración?  Un bebé muerto

¿El precio de la inmigración?  Un bebé muerto January 14, 2019

Nunca olvidaré la primera vez que vi a un bebé recién nacido muerto. Era una pequeña niña y la bebé era preciosa. Era como una muñeca lista para ser recogida por alguna otra niña para jugar. Antes de entrar con mi párroco al cuarto de hospital donde estaba la bebé, yo estaba extremadamente nervioso. El párroco había recibido una llamada a través del número de emergencia y rápidamente nos dirigimos al hospital de Douglas, Georgia. Después de bendecir a la bebé con agua bendita y de ofrecer una oración, un pariente de la madre comenzó a relatar lo que había sucedido. La madre de la niña estaba embarazada unos ocho meses cuando decidió cruzar el imperdonable desierto en su camino hacia “El Norte”. Había sido un  viaje muy difícil. Pronto después de llegar a Georgia, justo días antes de su fecha de parto, la bebé nació sin vida. Algunos cruelmente culparán a la madre por la muerte de su bebé, pero lo que yo vi ese día fue una madre desesperada que anhelaba un mejor futuro para su bebé.  Vi a una madre que ante tal desesperanza y desesperación en sus condiciones de vida, la única solución que encontró fue cruzar el desierto hacia los Estados Unidos. Esa mañana vi con mis propios ojos y por primera vez el precio de la inmigración. Más preciso, presencié el precio de un sistema migratorio ineficaz y quebrantado como lo es nuestro sistema en los Estados Unidos.

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Como sacerdote he bendecido y enterrado a un número de recién nacidos. Algunas cuantas veces he rezado en un cuarto pequeño donde el niño ya muerto estaba desplazado en una bandeja de aluminio. Independientemente de las circunstancias, la muerte de un recién nacido siempre es un momento doloroso. No hay nada más desgarrador que ver a una madre con su recién nacido sin vida en sus brazos. A pesar de todas estas experiencias como sacerdote, nunca olvidaré esa primera experiencia como seminarista en el hospital de Douglas. Recuerdo la carita de la preciosa bebé, esperando que abriera sus ojos, pero consciente que esto no ocurriría.  Esa imagen ha sido plasmada en memoria y cada vez que la recuerdo, sé que hay una mejor manera para que nuestro país estructure su sistema migratorio.

El costo humano de la inmigración se ha perdido entre interminables debates políticos y nadie, sin importar afiliación política, es capaz de ofrecer una reforma eficaz que respete la dignidad de cada ser humano y los derechos otorgados a él o a ella por Dios.

Hoy leí que una niña murió de complicaciones de salud que surgieron durante su tiempo en un centro de detención migratorio. Hoy también leí que una niña de siete años murió de deshidratación y shock mientras en custodia de las autoridades migratorias. El precio de nuestro sistema migratorio quebrantado continúa a ser la vida de niños.

Es lamentable tener que señalar que mis comentarios expresados son independientes de cualquier política o partido político. Escribo del corazón de la Iglesia que defiende la dignidad de cada ser humano y que da voz a aquellos sin voz. Lo que necesitamos es una reforma migratoria auténtica que refleje las necesidades de nuestro país y poner un fin a las interminables palabras llenas de temor e información errónea.

Seres humanos están sufriendo, y están muriendo… y el debate continúa sin fin, y nadie hace nada.

Picture from the Public Domain


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