Escuchar más, hablar menos

Escuchar más, hablar menos December 1, 2020

Recuerdo una vez escuchar a mi abuelo decir, “cuanto más uno habla, más oportunidad hay de decir tonterías”. Esto es muy cierto, pienso que es mejor escuchar más y hablar menos. Lamentablemente en la actualidad todos hablan, pero pocos escuchan. Las vías para uno expresarse se han multiplicado en estas últimas décadas, y me atrevo a decir que hay tanta información en el internet que una serie de vidas no serían suficientes para leer todo.

Aunque millones de personas viven hoy conectadas, no muchas se están comunicando. El arte del diálogo entre dos personas parece estar desapareciendo, siendo sustituido por argumentos que buscan aplastar a la otra persona sin tomar en cuenta los hechos.  Desacuerdos sobre ideas conducen erróneamente a feroces ataques personales. Esto es el caso no sólo en la política, sino también en la religión, en matrimonios y otras áreas. Sin respeto por el prójimo, la comunicación efectiva es imposible.

Cuando estudiaba en la universidad, un profesor nos hacía recrear debates históricos significativos que ocurrieron en el congreso. Los estudiantes no elegíamos que punto discutir, pero era asignado. En este curso me encontré argumentando como el senador de Carolina del Sur John C. Calhoun en la Crisis de Anulación de 1832 y en otra oportunidad como el senador de Kentucky Henry Clay en el debate que condujo al Compromiso de 1850 (estos dos momentos críticos de la historia de los Estados Unidos son poco conocidos pero fueron importantes antecedentes de la guerra civil). Esta asignación me hacía salir de mi mismo, forzándome a comprender el punto de vista de otra persona. No tenía que estar de acuerdo con el argumento, pero si tenía que entenderlo.

Para lograr un diálogo constructivo y eficaz, especialmente en este ambiente de política divisiva, hay la necesidad de comprender mejor al prójimo. Debo conocer y entender no solo mi punto de vista, pero también el de mi opositor. No puedo hacer suposiciones sobre él o acercarme con prejuicios personales, pero considerar solamente hechos concretos. Debo escuchar claramente los argumentos de mi oponente y respetar sus convicciones personales. Mi rival es un ser humano igual que yo, con ideas diferentes y de una manera de pensar influenciada por otros puntos de vista, pero ciertamente exige respeto. No coincidiremos en nuestras ideas, pero nos respetamos.

Hace unos años fui al banco para hacer unos trámites.  Mientras un funcionario joven me asistía, empezó a preguntarme sobre el sacerdocio.  Esto condujo a una larga y agradable conversación sobre la vida espiritual, las parábolas, la importancia de la oración diaria y el Espíritu Santo. Él no era católico y compartimos diferentes puntos de vista, pero hablamos con respeto. ¡Que agradable tener esta conversación así en medio de tanta división y negatividad! Un verdadero encuentro con otra persona implica escuchar más y hablar menos, facilitando un diálogo constructivo. Solo de esta manera puede surgir la verdad en medio del amor y respeto.

 

 


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