Sacerdote por siempre

Sacerdote por siempre

 

IMG_0679Unos meses después de ser ordenado, me pidieron que escriba un breve artículo para el boletín diocesano de vocaciones reflexionando sobre mi experiencia como un sacerdote recién ordenado. Por primera vez desde mi ordenación, este proyecto me dio la oportunidad de sentarme y repasar cómo mi vida había cambiado rápidamente y radicalmente de ser un seminarista a ser vicario parroquial donde me llamaban “Padre” al igual que todo otro sacerdote.

La transición fue casi inexistente.  Una mañana entré a la catedral y de repente me convertí en
“el Padre,” quien debía saber las respuestas a todas las preguntas y tener la capacidad de solucionar todo tipo de problema.  La primera vez que me senté a escuchar confesiones estaba yo temeroso, pero para el anciano arrodillado frente a mí, yo era el “Padre” que podía hacer por él lo que innumerables sacerdotes habían hecho por él anteriormente, darle la absolución. El hecho que había sido ordenado el día anterior no importaba. Mi vida había cambiado para siempre, y a pesar de siete años de formación en el seminario, el cambio llegó de repente.

El sábado pasado el Padre Brian O’Shaughnessy y el Padre John Wright fueron ordenados al sacerdocio de Jesucristo en la Catedral de San Juan Bautista en Savannah. Ingresaron a la misma catedral a la cual yo ingresé hace siete años y salieron de ella como sacerdotes por siempre en la línea de Melquisedec. Sus almas fueron selladas con una marca especial que los ha configurado a Jesucristo. Al mirarlos, parecería que nada hubiese cambiado, se les veía igual de cuando entraron a la catedral, pero todo había cambiado porque Dios los había marcado en lo más profundo de sus almas convirtiéndolos en sacerdotes por siempre.

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San Gregorio de Nyssa propuso un paralelo espectacular en el siglo cuarto entre la consagración del pan y el vino en la Eucaristía y la ordenación de un hombre al sacerdocio. Así como después de la consagración el pan aún se ve como pan y el vino como vino, pero sabemos que el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en el altar, de la misma manera, después de que un sacerdote es ordenado, al sacerdote se le ve igual que antes, pero sabemos que su alma ha sido cambiada para siempre. San Gregorio escribió que “mientras que solo ayer [el sacerdote] fue uno de entre las masas, uno del pueblo, de repente se vuelve en un guía… un maestro de rectitud, un instructor de los misterios ocultos; y esto lo hace sin ser cambiado en cuerpo o forma; pero, sin dejar de ser en todo aspecto el hombre que era antes”.  En otras palabras, tanto en la Eucaristía como en una ordenación, nada parece cambiar, pero todo si cambia radicalmente.

Así como los bautizados siguen siendo hijos e hijas de Dios independientemente de sus decisiones, un sacerdote sigue siendo sacerdote por siempre ya que él ha sido marcado para el servicio del Cuerpo de Cristo. Oremos para que el ministerio de los dos recién ordenados sea fructífero y enriquezca enormemente nuestra Diócesis de Savannah.

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