En el libro del Apocalipsis, San Juan describe a una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba en cinta y a punto de dar a luz y gemía con los dolores del parto. Un enorme dragón viene a devorar al hijo de la mujer, pero ese niño es llevado hasta Dios a un trono para reinar sobre todas las naciones.
Todos conocemos bien la historia de Adán y Eva, el primer hombre y la primera mujer, que fueron tentados por una serpiente y desobedecieron. Esta serpiente, el enemigo eterno de la humanidad, el diablo, pensaba haber triunfado. Pero la visión de San Juan nos demuestra como otra mujer da a luz a un niño que es más poderoso que el enemigo, más poderoso que el dragón. Un niño que viene a triunfar sobre el mal.
La mujer del Apocalipsis es la Virgen María, la madre del niño que nació en Belén la noche de Navidad, el niño quien creció y por su muerte y resurrección a derrotado a la serpiente, al dragón.
La Virgen María Nuestra Madre es la Nueva Eva, la mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas. Nuestra Señora de Guadalupe es una imagen Bíblica milagrosamente plasmada en la tilma del humilde San Juan Diego, donde vemos claramente que la Virgen María es más poderosa que el sol y la luna, coronada por su Hijo como reina del cielo y de la tierra.
Dios Padre pudo salvarnos de cualquier manera, pero San Pablo nos recuerda que “al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos.”
Dios Padre escogió a María Santísima para que tenga un papel fundamental en nuestra salvación. Es por medio de María, la mujer envuelta por el sol, que Dios se ha hecho hombre, y es por medio de ella, que Jesucristo continúa manifestándose en nuestras vidas. Donde esta Jesús, esta María. Donde esta María, esta Jesús. ¡No hay competencia entre ellos!
Sería absurdo que el arquero en un partido de futbol esté celoso del delantero. Sería absurdo que un artista esté celoso de su obra de arte que otros admiran. No hay competencia. Es igual con María y Jesús; no hay competencia. Jesús es nuestro único salvador y redentor, y Dios Padre escogió a María para que sea la Madre de Jesús, instrumento elegido en el plan de nuestra salvación. Esto reconocemos fielmente como católicos, que María tiene un papel fundamental en el plan de nuestra salvación.
Cuanto más imitamos a Cristo en nuestras vidas, más queremos a María. Cuanto más somos hermanos y hermanas de Cristo, mas somos también hijos de María, madre nuestra.
En el antiguo Israel, los reyes escogidos por Dios para guiar a su pueblo tenían muchas esposas. Lo leemos en el Antiguo Testamento. Al ser así, uno se pregunta, ¿Quién era entonces la reina? La respuesta es muy simple, la reina era siempre la mama del rey, pues un rey puede tener muchas esposas, pero solo una madre. A lo largo de la historia del Antiguo Testamento, la reina era la madre del rey. Desde inicios de la Iglesia hemos aclamado a Jesús como Rey, el mesías escogido por Dios para salvar a su pueblo, el descendiente del Rey David. Al ser Jesús el Rey, bíblicamente hablando, ¿Quién es la reina? Solo hay una. Desde principios de la iglesia, los discípulos de Cristo han reconocido que para tener a Jesús como rey, hay que tener a María como reina. Por eso la corona de doce estrellas en el Libro de Apocalipsis, María es la reina porque su hijo Jesús es el rey.
Cuando la Virgen María, bajó del cielo al Tepeyac en 1531, pronunció un mensaje de amor y esperanza para un pueblo que se encontraba en medio de cambios e incertidumbres. Todo había cambiado. La llegada de los españoles había revolucionado la vida y las creencias de los indígenas. El descubrimiento de un mundo nuevo y pueblos nuevos había confundido y puesto en duda muchas creencias europeas.
La Santísima Virgen pidió en sus propias palabras, que se construya un templo para ella poder mostrar y dar todo su amor, compasión, auxilio y defensa, para que allí los moradores de esta tierra la invoquen y confíen en ella, para allí oír sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores.
¡Que consuelo habrá sido escuchar estas palabras para el pobre San Juan Diego! La Virgen le da consuelo y auxilio en un momento de tanta inestabilidad y duda. Este mensaje de la Virgen fue un mensaje para aquellos que vivieron en 1531, pero el mensaje continua hoy. La Virgen María quiere ser nuestro amparo hoy, quiere auxiliarnos, dándonos el fruto de su vientre, a su hijo Jesús.
Dios nos ha enviado a su Madre para ayudarnos en la lucha de la vida diaria, para consolarnos en nuestras penas y fortalecer nuestra fe. Nuestra Señora de Guadalupe nos trae el mensaje de Su hijo, un mensaje de fe, esperanza y caridad.
Cada uno de nosotros presentes hoy, venimos buscando este amor, compasión, auxilio y defensa que nos promete la Virgen María. Cada uno de nosotros cargamos cruces, ya sean enfermedades, tristezas o preocupaciones. Cargamos nuestras ansiedades, incertidumbres, dudas y penas. Pero aquí estamos hoy presentes como Pueblo de Dios buscando ayuda y consuelo de Nuestra Madre que nos ama, que nos cuida y que nos ofrece el amor y la misericordia de Su Hijo.
Aquí encontramos paz cuando nos mantenemos fieles a Dios, especialmente en nuestra asistencia a la Misa cada domingo. Dios nos pide que santifiquemos el domingo, que le consagremos un tiempo para la oración. Asistir a Misa debe ser nuestra prioridad. Ir a Misa, especialmente en familia, da estabilidad a la familia, da un ejemplo a los hijos, trae unión en el matrimonio, y ¿Quién no quiere estas cosas en su vida: estabilidad, hijos buenos y un buen matrimonio?
Si tienen aún a sus niños pequeños, lo mejor que pueden darles es el ejemplo de asistir a Misa, enseñarles a ser hombres y mujeres de Dios. Hoy en día, al joven se le bombardea con puntos de vista contrarios, que los confunde, que los aparta de Dios, que los aparta de sus familias y de sus raíces. Enséñenles a sus hijos a amar y a servir a Dios con el ejemplo. Ustedes mismos amen y sirvan a Dios y encontrarán paz y estabilidad en la casa. Si no dan el ejemplo al ir a Misa, sus hijos no solo no irán a Misa cuando crezcan, pero más que seguro, perderán su fe.
Nuestra Madre de Guadalupe nos aseguró que en su amor materno encontraremos todo lo que necesitamos. ¿Verdaderamente creemos que en Dios encontraremos todo? ¿Qué solo necesitamos buscar a Dios para ser felices y que todo lo demás se nos será dado por añadidura?
Pidámosle a Nuestro Señor Jesucristo que abra nuestros corazones a recibir su perdón y su paz. Pidámosle a Nuestra Madre que interceda por nosotros ante Su Hijo, que podamos ser herederos de su promesa a todos los moradores de esta tierra.
Santísima Virgen de Guadalupe, ruega por nosotros.
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