El Camino, la Verdad y la Vida

El Camino, la Verdad y la Vida

En medio de una conversación bastante apasionada, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre excepto a través de mí. Si me conoces, entonces también conocerás a mi Padre”. A través de estas palabras Jesús revela una dimensión significativa e única del evangelio. Aunque casi todos los creyentes en Cristo conocen bien estas palabras, hay una realidad profunda expresada a través de ellas. A lo largo de la historia, muchos sabios, sanadores y filósofos han predicado y enseñado una manera particular de pensar o de vivir. Estos eran defensores ya sea de una religión o cierta filosofía y animaban a sus discípulos a seguirla.  Sin embargo, el evangelio que Jesús predicó es diferente.

En el fondo, el evangelio no implica sólo imitar a Jesús, sino llegar a ser una sola cosa con él. Ser obediente a las enseñanzas de Jesús no es suficiente– más bien se requiere unirse íntimamente a él. El mensaje en sí mismo no es lo que salva, sino la persona de Jesús, la segunda persona de la Santísima Trinidad. El mensaje que Jesús predicó no es el camino, la verdad y la vida, pero si lo es Jesús mismo. Jesús es la plenitud de la revelación, y es sólo en él que recibimos misericordia y salvación.

Cuando un médico enseña a los estudiantes de medicina, les imparte conocimientos muy importantes, y los estudiantes se esfuerzan por imitar a su profesor, pero nadie tiene la intención de estar íntimamente unido al maestro. El evangelio es una invitación a ser injertado en Jesucristo y a llevar a cabo una transformación completa en el creyente. De la misma manera que Jesús ha asumido una naturaleza humana, el evangelio nos invita a estar unidos a la divinidad de la Santísima Trinidad. Las palabras de Jesús, “Yo soy la vid y ustedes son las ramas”, resuenan con esta idea de unión con Jesús.

Hay un hermoso mosaico del siglo doce en la Iglesia de San Clemente en el centro de Roma muy cerca del emblemático Coliseo. En el centro del mosaico está la cruz con Jesús colgando de ella. La cruz se encuentra en medio de una planta significativa de la que crece una vid que se extiende por todo el ábside de la iglesia. La vid está salpicada con todo tipo de animales y varios santos. El mosaico es una representación del nuevo árbol de la vida en medio del paraíso. Todo ser en los nuevos cielos está injertado en el árbol de la vida que es Jesús mismo. Es un recordatorio visual de que toda la creación ha sido redimida por Cristo y está íntimamente unida a él, nosotros incluidos.

La misma conversación entre Jesús y sus discípulos comenzó con las palabras alentadoras de Jesús, “no pierdan la paz.” Él es capaz de decir esto porque, independientemente de las circunstancias, Jesús permanece unido a aquellos que creen en él. Lo prometió, y a través de los sacramentos de la Iglesia, nos concede momentos concretos de certeza de que está unido a nosotros. Todo creyente está unido a su muerte y resurrección por medio del bautismo, unidad tan intensa, que nos permite gozar de la vida eterna.

Picture is mine, all rights reserved.  Jerusalem, 2008.


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