El tiempo en familia es el mejor momento de la semana para nosotros. Tratamos de tenerlo tanto como podamos. Si pudiéramos, lo tendríamos todos los días … pero claro, ¡no todo el día! Necesitamos nuestro espacio también. Necesitamos nuestro “tiempo de marido y mujer” a solas … sin hijos. Esto es muy importante para nosotros también. Sin este tiempo de intimidad ya habríamos perdido la cabeza … por completo.
Pero realmente disfrutamos invirtiendo tiempo en nuestros hijos: jugando con ellos, leyéndoles, sosteniéndolos en nuestros brazos mientras les decimos cuánto los amamos, rezando con ellos, etc. Nos gusta participar en sus “pequeños mundos”. . No porque siempre nos llevamos bien o porque nunca peleamos. Tenemos nuestros momentos. ¡Creanme! Los niños pelean entre ellos todo el tiempo. Se pasan de listos con nosotros. Nosotros les hacemos saber quienes son los que mandan. Constantemente nos pedimos perdón unos a otros. Entonces volvemos a comenzar.
Tiempo de calidad en familia
No existe tal cosa como un “tiempo perfecto en familia”. Pero hay innumerables recuerdos llenos de alegría que, ojalá y tengan un impacto positivo y duradero en ellos. Hacemos todo lo posible para inculcarles virtudes de fe, esperanza y caridad. Hacemos todo lo posible para ser testigos de Cristo. No siempre tenemos éxito. No estamos ni cerca de ser perfectos o santos. Pero sí creemos que tenemos una tremenda responsabilidad dada por Dios hacia nuestros hijos. Es más que eso, es un llamado, una vocación. Nuestra vocación es poner lo mejor de nosotros para poder criar hijos santos y fieles a Dios. Quizá no veremos los frutos durante nuestra vida. Y eso está bien. Aquí es donde aprendemos a confiar en Dios. Un día crecerán y es posible que no quieran pasar tiempo con nosotros. Nos damos cuenta de eso. Pero no vamos a dejar que eso nos impida vivir nuestro presente.
Los frutos que hemos visto al tener “tiempo familiar” saludable y frecuente son numerosos. Tiempo de unión con nuestros hijos:
- reafirma su identidad como miembros únicos e insustituibles de nuestra familia y la familia de Dios,
- nutre su confianza en nosotros, alentándolos a expresar sus sentimientos y opiniones libremente, sin el temor de ser castigados o rechazados,
- les ayuda a sentirse seguros y amados,
- les ayuda a desarrollar rasgos sociales y de comportamiento claves que los acompañarán a lo largo de sus vidas,
- elimina la presión y el estrés innecesario,
- fortalece su voluntad y autocontrol ya que se les recuerda constantemente su dignidad como hijos de Dios y las expectativas que tienen como tal (también se les recuerda esta realidad con acciones concretas, no solo con palabras),
- los llena del valor y la fuerza que se necesitan para enfrentar los diferentes obstáculos y problemas que nuestro mundo cansado constantemente nos presenta.
Oremos por todas las familias del mundo
También nos damos cuenta de que hay muchas familias que casi no disfrutan de tiempo en familia. Hay muchas razones y factores que contribuyen a esto. Muchos niños crecen sin papá o mamá o sin ninguno de ellos. Muchos padres que no pueden encontrar el tiempo para sus hijos. Muchos matrimonios y familias sufren de adicción, infidelidad, codicia, cargas financieras, persecución, pobreza extrema, hambre, pérdida de un ser querido, violencia doméstica o sexual, etc. Esto nos pone tristes. Tenemos conversaciones con nuestros hijos sobre otras familias que están teniendo dificultades para disfrutar de la vida. Nuestros hijos oran por ellos y les sirve para que sean más agradecidos con lo que tienen. Si bien no podemos cambiar a otras familias o cómo viven sus vidas, ciertamente podemos tratar de hacer lo mejor para ser testigos de esperanza y un faro de luz en medio de la oscuridad.
Oramos para que la Sagrada Familia bendiga y proteja a todas las familias del mundo y para que un día toda la familia humana pueda ser una como la Familia Divina, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que en la plenitud del amor permanecen unidas por la eternidad.
“Respírese en el hogar domestico aquella caridad que ardía en la familia de Nazaret; florezcan todas las virtudes cristianas; reine la unión y resplandezcan los ejemplos de una vida honesta.”
– San Juan XXIII