Homilia para Nuestra Señora de Guadalupe

Homilia para Nuestra Señora de Guadalupe December 12, 2018

Hoy celebramos a la mujer que mejor nos enseña cómo vivir este tiempo de Adviento: la mujer que nos enseña el valor de esperar… y no esperar por simplemente cualquier cosa, pero el valor de esperar por la venida de su hijo, Jesús.

Vivimos en un mundo que no le gusta esperar.  Todo lo queremos rápido.  Vivimos tan atareados y nunca terminamos, vivimos agobiados con todos nuestros quehaceres.  Tenemos acceso una cantidad infinita de información en nuestros celulares, todo accesible en tan solo segundos.  Ya no nos gusta esperar para nada.

El domingo pasado visité un centro de detención de inmigración con nuestro obispo para celebrar la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.  Todos los años por estas fechas el obispo celebra una misa con aproximadamente 250 muchachos en esta cárcel, todos sentados afuera en una cancha de básquetbol porque no hay salón suficientemente grande para la Misa.  El domingo pasado hacia un frio terrible.  Durante la Misa se bautizaron cuatro muchachos, se confirmaron unos doce y varios hicieron su primera comunión.

Durante un momento inesperado de sus vidas, en un momento difícil donde se encuentran separados de sus familias y en medio de gran incertidumbre, Dios les presentó una oportunidad para recibir los sacramentos y ellos respondieron a la invitación.

Dios si espera.  Dios nos espera con tanta paciencia.  Por algunos de estos muchachos, Dios espero por muchos años.  ¡Qué bueno es Dios con nosotros que nos tiene paciencia!  Que espera, y espera mucho tiempo, para que nosotros mismos cambiemos nuestras maneras de pensar, de actuar y de vivir.  Dios espera sin cansarse de ofrecernos oportunidades para reconciliarnos con él y los demás; oportunidades de hacer recto nuestro camino.

Con esa misma paciencia esperó la Santísima Virgen la venida de su salvador, su hijo Jesús.  Con esa paciencia esperó María Santísima que San Juan Diego entendiera lo que ella le pedía, que el obispo creyera el mensaje, y que se construyera un templo en el Tepeyac donde nosotros, sus hijos, pudiéramos ir a recibir su amor y auxilio.  La infinita, divina paciencia de Dios es para nuestra propia salvación.

¡Que difícil se nos hace a nosotros esperar!

Que difícil se nos hace tener paciencia con otras personas que no piensan como nosotros.  Con que facilidad juzgamos a los demás, y dejamos de esperar que ellos cambien.  Muchas veces estos son miembros de nuestras propias familias, nuestros vecinos, personas con quien trabajamos o incluso miembros de nuestra parroquia.    Perdemos la paciencia y creemos que el prójimo no puede cambiar.  Dejamos de esperar que haya un cambio.

Que difícil se nos hace tener paciencia con nosotros mismos.  Nos condenamos nosotros mismos creyendo equivocadamente que no podemos cambiar, que hasta Dios se ha dado por vencido, que nuestro pasado o presente no tiene ni remedio ni perdón.  Le cerramos las puertas a Dios porque creemos que Dios ya no nos espera.

Que Dios se ha cansado de esperar.

Cuando la verdad es que Dios nos demuestra lo contrario.  Nunca es tarde para transformar nuestro corazón.  Dios con su divina paciencia nos espera.  Te espera.  Te espera con su divina misericordia que transforma nuestras almas.  Para Dios nunca es tarde.  ¿Porque hacerlo esperar más? Porque no hoy hacer un cambio en nuestras vidas?

Nuestra Madre de Guadalupe nos aseguró que en su amor materno encontraremos todo lo que necesitamos, especialmente la felicidad. La Virgen nos dice a través de las palabras que le dijo a San Juan Diego, “Hijo mío el más querido, Hija mía la más  querida: No es nada lo que te espanta o te aflige, que no se altere tu rostro, tu corazón. ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estas bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna?”

Transformemos nuestros corazones durante estos días de alegría al acercarse la llegada de Cristo Jesús en la Navidad.  Oremos junto con el Papa Francisco quien en su exhortación Evangelii Gaudium nos enseña a rezar así, “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo.  Te necesito.  Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores.”

Picture by Sandra Molina, Warner Robins, 2010.

Homily for Our Lady of Guadalupe


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