Reflexión sobre el Sacerdocio

Reflexión sobre el Sacerdocio July 5, 2020

Este año celebré mi aniversario de sacerdocio de una manera única: participando en la ordenación de los dos sacerdotes más nuevos de nuestra diócesis, el Padre Robert Phillips y el Padre Carlos Rivero. Después de que Monseñor Hartmayer fue nombrado Arzobispo de Atlanta en marzo, lo primero que pregunté cuando conocí a su nueva asistente fue si Monseñor podía regresar a Savannah para ordenar a nuestros diáconos y sacerdotes. Me alegró saber que si podría regresar.

Como Director Vocacional de la diócesis es particularmente emocionante y gratificante para mi presentar a los candidatos al obispo durante el rito de ordenación. En toda ordenación durante los últimos seis años me he dirigido a Monseñor Hartmayer con estas palabras después de presentar a los candidatos: “Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes presbíteros a estos hermanos nuestros”, a lo que él responde: “¿Sabes que son dignos?”. Luego continué: “Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados dignos”. Al final el obispo reafirma el llamado de Cristo en la vida de los candidatos: “Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los presbíteros”. Los fieles responden con un aplauso rugiente.

Después de años de anticipación y preparación en el seminario, los ritos sagrados de la Iglesia parecen impulsar repentinamente el sacerdocio sobre el candidato. Como sacerdote recién ordenado recuerdo pensar en lo sorprendido que estaba de que el sacerdocio llegó tan de repente. Entré en la catedral como seminarista y dos horas más tarde salí como sacerdote. En una entrevista unas semanas después de mi ordenación en 2009 comenté, “Es muy impresionante y lo hace a uno sentirse humilde. De repente eres ‘Padre’, el sacerdote. Tienes que acostumbrarte”.

Durante esa misma entrevista en la que me preguntaron acerca de mis experiencias iniciales como sacerdote, relaté: “Una de las cosas que me ha impactado es la gran confianza y respeto que la gente tiene por el sacerdote, las cuales son una confianza y respeto por el sacerdocio mismo. En el hospital, o dondequiera que vayas como sacerdote, la gente lo reconoce y lo respeta”.

Mi asistencia a la ordenación y el leer la breve entrevista esa noche me permitió saborear una vez más ese día significativo cuando hice el compromiso más grande de mi vida. Estaba tan orgulloso de ver a Robert y a Carlos finalmente revestidos con casullas blancas; ambos brillaban de alegría. Recordé cómo el seminario me preparó con mucho conocimiento y el desarrollo de buenos hábitos espirituales, pero que muy poco en mi formación por siente años me preparó debidamente para el desafío y el privilegio de ser sacerdote. Recordé cómo el sacerdocio es algo que se otorga y no que se gana. Como hombre, el sacerdote se inserta en el sacerdocio eterno de Jesucristo y se convierte en parte de algo mucho más grande de lo que podría ser por su cuenta.


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