El sábado pasado, aproximadamente setenta fieles se reunieron en el Centro Pastoral de la Diócesis de Savannah para celebrar la fiesta del Señor de los Milagros con una Misa y un compartir. Acompañaron a la comunidad peruana amigos colombianos, mexicanos, italianos, puertorriqueños, americanos y de otros países. Fue una noche muy alegre y un momento especial para mantener vivas nuestras tradiciones. Aqui mi homilia:
Esta noche nos reunimos primero que nada como fieles hijos de Dios, obedientes al mandato que Jesús dio a sus discípulos la noche que fue capturado: “hagan esto en memoria de mí.” Nos reunimos como cada domingo para hacer memoria y hacer presente el sacrifico de Jesús que perdona nuestros pecados. El sacrificio que bien nos recuerda nuestro querido Señor de los Milagros. Venimos a dar gracias por el infinito amor que Jesús tiene para cada uno de nosotros.
Esta noche también nos reunimos para recordar y hacer conocer nuestras raíces peruanas. Aquí estamos, lejos de nuestro pueblo, lejos de nuestro Perú, pero a la vez muy cerca de él ya que lo llevamos siempre en nuestros corazones. A la distancia nos hemos convertido todos embajadores de nuestro país, con sus diferentes músicas, sus comidas que no tienen igual en el mundo, y sus muchas tradiciones. A la distancia nos hemos convertido en profetas de nuestro pueblo, aunque ya no vivamos en él.
Sabemos bien, que octubre es un mes especial en el Perú, especialmente en Lima. Desde 1715 el Señor de los Milagros ha sido el patrón oficial de Lima y desde el 2010, Patrón del Perú entero. Esta imagen simple de Jesús crucificado con su madre y San Juan a su lado, fue pintada en 1651 sobre una pared rústica de adobe por un desconocido esclavo de Angola. Con cuanto amor dibujó y pintó este hombre a Cristo crucificado. Me imagino, una imagen con la cual podía identificarse en su propio dolor y sufrimiento como esclavo.
Al pasar el tiempo, tres terremotos destruyeron las estructuras alrededor de la imagen, siempre dejando al Cristo Moreno intacto. Desde 1771, la imagen está dentro de la iglesia de las Madres Nazarenas, donde uno puede entrar y admirar esta imagen que eleva nuestras mentes y nuestras almas hacia Dios, haciéndonos recordar el amor que Jesús tiene para cada uno de nosotros.
En el evangelio de San Lucas escuchamos hoy a una mujer insistente. La mujer permaneció fiel, dándole y dándole hasta que el juez dio una decisión en su favor. El juez no lo hizo de buena gente, seguro ni estaba de acuerdo con su propia decisión, lo hizo más bien para que la mujer se calle y lo deje en paz.
¿No es verdad que muchas veces es más fácil darle a la persona insistente lo que quiere? Así te deja tranquilo. A veces es más fácil ser generoso que tener que aguantar a un pesado.
Ahora pensemos, ¿si un juez corrupto escucha la súplica de una mujer y hace lo que ella le pide? ¡Con cuanta más razón podemos decir que nuestro Dios, quien es infinitamente bueno, escuchará nuestras suplicas y nos dará lo que le pedimos! En el evangelio, Jesús nos llama a la fidelidad en la oración, a confiar que Nuestro Padre proveerá por nuestras necesidades, y Jesús nos invita a perseverar hasta en los momentos más arduos y difíciles de la vida.
Cuando enfrentamos dificultades, es fácil darnos por vencidos. Tirar la toalla. Sentimos que nos ahogamos en nuestros miedos y ansiedades. Dios no me escucha. Dios no me quiere. Es como si la mujer insistente se hubiera dado por vencida, echándole la culpa al juez por ser injusto e ingrato.
Pero nunca debemos desconfiar: en todo momento, hasta en el momento más difícil, Cristo nos acompaña, y nos llama a permanecer fieles. En nuestro dolor, solemos echarle la culpa a otros, o a Dios. ¡Pero Dios no tiene ninguna culpa!
Cuantas personas he conocido que después de alguna tragedia, muerte de un ser querido, una gran decepción, se alejan de Dios. A veces por años, hasta décadas. Esto es el equivalente de decir “no voy al doctor porque estoy enfermo” o “tengo hambre, así que no voy a comer.”
Es permaneciendo cerca y fiel a Dios que encontramos sanación y liberación. Dios viene a nuestro encuentro específicamente porque Él sabe que día a día cargamos todos nuestra cruz.
Dios nos invita a tener un encuentro con el por medio de la oración, la lectura de su Palabra, asistencia a la Misa, encontrando momentos de silencio en nuestras vidas (aunque sean breves) para leer, meditar y encontrar la paz que el nos ofrece. Dios también se manifiesta en nuestras vidas por medio de buenas amistades que nos apoyan, inspiran y ayudan a ser mejores. En la primera lectura vemos como Aron y Hur sostuvieron los brazos de Moisés para que Israel tenga victoria en la batalla. Para hacer la voluntad de Dios y encontrar a Dios, necesitamos a los demás: que nos sostengan, nos ayuden, nos guíen. Solos no podemos; solos quedamos aislados. Hay que buscar al prójimo por nuestro propio bien, y por el bien de él. Hay que buscar ayuda, y a la vez, hay que brindar ayuda al que la necesita.
Pidámosle al Señor de los Milagros, a Cristo que vive y se hace presente aquí entre nosotros como lo prometió, que nos ayude a permanecer fieles a Él. Que nos ayude a permanecer cerca de él, confiando en su providencia. A para aquellos que se encuentran hoy lejos de Dios, pidamos para que haya una conversión de corazón para que sean libres de poner toda su fe, toda su confianza en Cristo.
Gracias por su presencia aquí esta noche, que el Señor de los Milagros, Cristo nuestro Señor, nos llene de bendiciones y nos reciba en su reino.
Todas las fotos son mias, con derechos reservados.
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