Homilia para la Misa de Navidad

Homilia para la Misa de Navidad

Después de preparar nuestros corazones por todo un mes durante el Adviento, hoy hacemos una pausa con toda la Iglesia para reconocer que Jesús, a quien estábamos esperando, no es simplemente un sabio maestro entre los sabios maestros de la historia.  Hacemos una pausa para reconocer que Él no es simplemente un profeta más de entre los profetas que han caminado por la tierra.

El pequeño niño nacido en un establo de Belén hace dos mil años es Dios hecho hombre, Dios entre nosotros.  Cuando contemplamos al niño recién nacido, contemplamos el mismo rostro de Dios.  El Dios invisible del Antiguo Testamento de quien hacer imágenes era prohibido, ha venido a la tierra y nos ha mostrado su rostro.

Jesús es verdaderamente la imagen del Dios invisible, es Dios entre nosotros, Dios revelándose para nuestra salvación.

Este niño crecería a demostrarnos que Él era verdaderamente Dios: los mares y las tormentas le obedecían, hablaba con autoridad, perdonaba los pecados, dio una nueva ley y se levantó de la muerte.

Los evangelios nos revelan que este niño es el Hijo del Altísimo, él es quien reinará para siempre y cuyo reino no tendrá fin.  San Juan nos enseña que la Palabra de Dios, Jesús mismo, quien creo el mundo desde el principio, se ha hecho hombre y habitó entre nosotros.

Nuestro Dios creador se ha hecho como nosotros en todo menos el pecado: este es el misterio de la encarnación, que nuestro Dios se ha hecho carne, y esta es la razón por nuestra alegría Navideña.

¿Porque ha hecho Dios esto?  ¿Porque nuestro Dios se ha humillado y ha escogido venir como un pequeño indefenso niño?  Lo ha hecho por amor a sus creaturas, por amor a ti y ya mí, y para demostrarnos la gran dignidad que tenemos como seres humanos.

Dios nos ama tanto que El mismo ha venido a la tierra para reconciliarnos con El.  Cuando uno está completamente enamorado, uno quiere pasar todo momento con esa persona, uno quiere ser su fortaleza, uno quiere estar con él o ella, especialmente en sus dificultades.

De la misma manera, Dios nos ama tanto, que Él quiere estar bien cerca de nosotros, quiere compartir con nosotros y pasar todo momento entre nosotros.  Sabiendo esto, la pregunta es si nosotros queremos estar con Él.  Cuantas veces lo ignoramos a Dios y lo despreciamos.  Debemos ir a su encuentro en nuestra oración, nuestra manera de vivir, nuestros pensamientos y en la manera que nos tratamos los unos con los otros.  No ignoremos a Cristo quien toca a la puerta de nuestros corazones, abrámosle esa puerta para que entre y permanezca en nosotros.

Dios al hacerse hombre nos ha demostrado la dignidad que tenemos como seres humanos.  Jesús al hacerse hombre nos enseña que tenemos un gran valor, tan grande que Dios está dispuesto a venir a la tierra como uno de nosotros.  Al hacerse hombre Jesús nos redime completamente, nos restaura a la gracia de Dios y nos hace nuevamente buenos.

La Buena Nueva que celebramos hoy es que Dios, el creador del cielo y de la tierra, ha nacido como uno de nosotros para traernos la salvación, el perdón de nuestros pecados.  Ha venido para vencer la tiniebla en la cual vivíamos los seres humanos y nos ha dejado su luz para brillar por siempre, una luz que vence al mal y al pecado.

Dios escogió venir oculto como un pequeño niño, oculto en el pequeño pueblo de Belén y oculto en una familia ordinaria.  Por treinta años vivió oculto en Nazaret como carpintero hasta empezar su ministerio publico a los treinta años.

De esta vida oculta, Jesús surgió como una luz para el mundo, una luz tan fuerte que hoy 2000 años después continúa a brillar.  Brilla en la iglesia, brilla aquí en la Santa Misa donde se hace presente oculto bajo pan y vino, y brilla en cada corazón arrepentido y dispuesto a seguirlo.

Con nuestros corazones preparados, que nuestra oración hoy sea que Cristo, la luz del mundo, brille a través de nosotros, convirtiéndonos en sus lámparas, sus instrumentos de luz hoy en el mundo.

Así como vinieron los pastorcitos en el establo de Belén, vengamos hoy a adorar al niño, verdaderamente presente entre nosotros aquí, bajo las apariencias de pan y vino.

Picture is mine, all rights reserved.  Greccio, 2018.


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