Dos Amores: Primordial e Universal

Dos Amores: Primordial e Universal November 29, 2012

San Agustín nos enseña: “nemo est qui non amet” — “nada es lo que no ama.” Este dicho tan profundo nos revela un amor mas que amoroso. En realidad se trata de dos amores y su orden: el amor primordial y el amor universal.

El amor primordial es la primera y ultima condición para la posibilidad del mundo, del universo, de todo; el amor que contiene y mantiene al toda existencia. El amor universal es el amor que, como semilla bajo tierra, se puede encontrar en todo lo que es. Es decir, el amor universal es el amor que nace del amor primordial. Todo lo que es, es por medio del amor primordial, y por esa razón el amor universal ama al amor primordial.

Muchas veces el amor se manifiesta en forma personal: en el corazón, los sentimientos y emociones, en las relaciones humanas, en la belleza natural. Sin embargo, estas experiencias del amor universal no son el fin ni el principio del amor. Son tesoros temporales.  El amor primordial empieza antes  y perdura después de las experiencias individuas que participan en el amor universal, que responde con amor al amor primordial.

El amor no tiene fin. Donde se acaba el amor, se acaba todo.

Por eso San Juan nos dice: “Dios es amor.” Este amor que es Dios, este amor divino, es un don mas radical y mas grande de lo que podemos entender o sentir en forma individua. Se extiende hasta lo mas lejano y lo mas extranjero. Por eso, cuando el amor parece estar escondido, ausente o fuera de la vida diaria, la fe nos sostiene. La fe en si es un acto de amor y amar es un acto de fe, una doble disposición abierta a la mano del Dios que es amor primordial, a quien responde el amor universal.

Cuando hay fe en medio de oscuridad, miedo y sufrimiento, allí se encuentra la faz invisible de Dios, el amor primordial, y también se puede ver la respuesta sin condición del amor universal.

Los dos amores: el seno del amor primordial y la respuesta de su fruto, el amor universal, cantan en harmonia eterna.

Durante este Año de Fe, y al empiezo del tiempo de Adviento, la Iglesia no nos promete ninguna cosa o comodidad  — ni la salud, ni el gozo temporal, ni riquezas materiales, ni justicia política — ninguna cosa mas or menos que el amor. Este es un amor total, suficiente y máximo.

Por eso amar es mucho mas que un mandamiento o una regla. Amar, el amor al prójimo y al enemigo y al universo entero, es la única respuesta al amor primordial que lo pretexta. El que no ama, vive peor que como un moribundo: vive como nada, como si no existiera. El que no participa en el amor universal, se niega a si mismo y, peor pero imposible, rechaza al amor primordial que lo sostiene.

La vida y la muerte dependen en estos dos amores. Amemos, entonces, a todo lo el amor primordial nos ha dado. Amemos al amor primordial que es Dios, que se revela y aparece en momentos difíciles y imposibles: en el coraje, las dudas, la adición, la tristeza, la anciedad, el enemigo, la buida, el huérfano y el extranjero. Que así sea. 

 


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