Presidente AMLO y la Nueva Diversidad Religiosa en Mexico

Presidente AMLO y la Nueva Diversidad Religiosa en Mexico December 18, 2018

Por Ezer R. May May*

Vientos de espiritualidades y religiosidades han soplado atravesando los discursos y las formas de hacer política en Latinoamérica. No es nuevo – las dinámicas de las identidades e identificaciones religiosas en el espacio público son los ingredientes que están modificando el ambiente que estamos observando, como en Costa Rica, Guatemala, Nicaragua, Bolivia, Brasil y México. Hemos observado la victoria presidencial de Jair Bolsonaro respaldada por la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD) liderada por Edir Macedo y también puede mencionarse la presencia de un miembro de la misma IURD, José Alencar, en la gestión pasada de Luiz Lula; además de la coalición del Partido Encuentro Social (PES), de corte neo-pentecostal, con Andrés López (AMLO), actual presidente de México.

En este último caso puede añadirse otro elemento religioso, uno que se relacionaría con la teología india o indígena –emanada de la teología de la liberación y el activismo de las Comunidades Eclesiales de Base– con agregados New Age (redes internacionales difusas que se constituyen mediante la permanente tensión entre el esencialismo tradicional y el universalismo de la globalización): el ritual a la Madre Tierra del pasado 16 de diciembre como banderín de inicio de la construcción del Tren Maya. Es así, que la coyuntura política ha llevado la complejidad religiosa que existía desde años atrás en México a los medios masivos de comunicación.

¿Cómo lograr un Estado laico frente a esta heterogeneidad religiosa sin desconocerla como parte inherente de la ciudadanía? Una pregunta difícil de responder. Pero lo cierto es que, tanto el mismo presidente AMLO como su equipo, están apelando a estos variados sentimientos y afiliaciones religiosas, ahora con cosmovisiones mayas transversales; en el que, en una izquierda tradicional, progresista y secularizante, resulta complicado concebirla como una forma de hacer política. Y al público en general, le cuesta creer que no todo el mundo evangélico se lanza a la derecha y que en su mayoría es pragmática.

La alianza del PES con el partido izquierdista de AMLO, Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), parecía un “corto circuito” ideológico. Los meses mostraron que no necesariamente es así, los diputados del PES votaron a favor del reconocimiento del derecho a seguridad social en matrimonios homosexuales y apoyaron la propuesta de despenalización de la mariguana. La hipótesis plausible: el PES se alió buscando mantener su registro como partido nacional; MORENA nombraría a sus militantes a las diputaciones correspondientes del PES; MORENA lograría asegurar una mínima parte del electorado urbano neo-pentecostal de la clase media alta y alta; PES lograría incluir a la Cámara, aunque a una nimia cantidad de diputados. Al PES no le fue tan bien como a MORENA.

En el periodo electoral, al PES gustaba de esta coalición debido a las múltiples alusiones evangélicas que AMLO pronunciaba en sus discursos: “soy admirador de Cristo Jesús” o “desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días, la justicia y la fraternidad han tenido un lugar preponderante […] En el Nuevo Testamento se señala que Jesús manifestó, con sus palabras y sus obras, su preferencia por los pobres”. La ambigüedad fue útil,  repetidas menciones de Cristo con tufo evangélico, pero lanzó su candidatura el 12 de diciembre de 2017, cumpleaños de la Virgen de Guadalupe. Dijo en su momento: “Nosotros veneramos a la Virgen de Guadalupe y a Benito Juárez”. La amplitud de su vaga aceptación de la diversidad cristiana pudo tranquilizar los celos religiosos de algunos oyentes.

Por un lado, se observaron tomas de posesión de alcaldías con oraciones emotivas realizadas por pastores evangélicos de cuño pentecostal; por el otro, Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos confirió y participó en una misa en honor a la Virgen de Guadalupe el pasado 12 de diciembre en el patio del Palacio de Gobierno. El Espíritu Santo, la Trinidad, la Virgen y la Madre Tierra son los elementos religiosos que han circulado. La pregunta es ¿cómo se transformarán estas expresiones religiosas en su interacción con un gobierno que posee un amplio margen de maniobra derivado de su legitimidad electoral? Estas transformaciones ampliarán el abanico existente, considerando que estamos hablando de comunidades religiosas (en plural): pluralidad evangélica, heterogeneidad católica y diversidad geográfica-regional de cosmovisiones y ritualidades indígenas sobre la tierra.

No obstante, las nociones religiosas no únicamente fueron invitadas para la retórica política, también los intelectuales “seculares” retomaron metáforas bíblicas para explicarse la realidad política: “mesías tropical” (Enrique Krauze), “profetas tropicales” (Lorenzo Meyer), “política del éxodo” (Javier Tello), “la Tierra Prometida” (Bernardo Barranco), “transfiguración” de AMLO como “cruzado” e “iluminado” (Porfirio Muñoz).

El ambiente político mexicano (y latinoamericano) está frente a una sociedad pos-secular, donde el lenguaje religioso se torna imprescindible para verbalizar emociones, proyectos y estrategias políticas en medio de un ambiente enfriado por la racionalidad; inclusive, trae consigo contenidos semánticos inspiradores para explicar desde la intelectualidad todo un escenario político-social El filósofo Jürgen Habermas plantea que el reto de estas sociedades es la consecución del consenso desde la razón pública, esto es, escuchar a los otros y reconsiderar mutuamente las ideas religiosas y no-religiosas para extraer de ambos los valores universales con el fin de generar una convivencia ciudadana.

Debemos tener claro que en una sociedad democrática se busca eliminar las ciudadanías de segunda, por ser extranjero, indígena, religioso o todas las anteriores al mismo tiempo ¿Será posible en México? En efecto será un recorrido accidentado, mucho más si un amplio sector de la población mexicana mantiene una posición rústica de secularización (lo religioso y espiritual como sinónimo de pre-moderno). La política que experimentamos ahora nos da la oportunidad para reconocer a los “otros” religiosos y a los “otros” subalternos, más allá de la dicotomía izquierda y derecha.

*Antropólogo social por la Universidad Autónoma de Yucatán e historiador por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Peninsular. Los temas principales de investigación han girado en torno a las minorías religiosas en México, especialmente sobre el protestantismo y budismo, de los cuales ha publicado en revistas académicas especializadas.


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