La Piedra Ya Ha Sido Retirada

La Piedra Ya Ha Sido Retirada April 27, 2019

“Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?» Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.» Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo…” (Marcos 16:1-8)

María y las otras mujeres compraron sus aromas y se encaminaron hacia la tumba de Jesús. Tenían una misión, un propósito. Pero había mucha incertidumbre. ¿Cómo iban a retirar la piedra? Nos dice el pasaje bíblico que la piedra era muy grande. Imposible para estas mujeres piadosas retirar la piedra. Sin embargo, en medio de sus dudas y de esa incertidumbre se armaron de fe y de valor y se lanzaron a lo desconocido sin saber cuál sería su suerte. Llevaban su perfume para embalsamar el cuerpo del Señor aun cuando no estaban seguras si iban a poder accederlo.

Muchas veces estamos como estas mujeres. Tenemos dudas, hay mucha incertidumbre, no sabemos lo que nos espera al otro lado del camino. No sabemos qué tipo de piedras nos esperan. Todos tenemos momentos parecidos en nuestro camino de fe. Todos nos topamos con ciertas piedras en el camino, algunas más grandes que otras. Estas piedras pueden ser problemas familiares, matrimoniales, económicos, quizá alguna enfermedad, la depresión, etc. Estas piedras se miran tan grandes que a veces parece que nos impiden acercarnos al Señor. Pero como estas mujeres nosotros también tenemos que cargar con nuestros aromas -el aroma de la fe, de la esperanza y del amor- y dar ese salto de fe y lanzarnos a lo desconocido. ¿Por qué? Porque como escuchamos en las Sagradas Escrituras, la piedra ya había sido retirada, ¡y eso que era muy grande!

¿Habrá una piedra tan grande para nuestro Dios? ¡Por supuesto que no! Con Cristo es posible llenarnos del aroma del gozo y de la fe aun cuando parezcan grandes nuestros problemas. No me refiero a una fe llena de magia y superstición. Me refiero a una fe que está arraigada en el poder de la Resurrección de Jesús. La Resurrección de Jesús entre otras cosas es la anticipación de lo que nos espera a nosotros en el Juicio Final. Si nosotros aprendemos a confiar plenamente en nuestro Padre Amoroso y a depender de el como un bebe depende de sus padres, entonces podremos mirar como todas las piedras ya han sido retiradas.

Las piedras más grandes de la humanidad eran las del pecado, la muerte y la de nuestra separación de Dios. ¡La Buena Nueva es que Cristo ya venció y retiro estas piedras! Es verdad que muchas veces no parece así. A veces parece que Jesús se ha quedado dormido como en aquella ocasión cuando se quedó dormido en medio de la tormenta que azotaba en contra de la barca. Pero como en aquella ocasión él no va a permitir que las tormentas de la vida nos hundan. Eso sí, tenemos que seguir clamando y confiando en Dios.

¿Cómo es posible que las piedras de nuestra vida hayan sido retiradas cuando aún podemos sentir su peso sobre nuestros hombros?

¿Cómo podemos ver esto? Con la mirada de Dios desde la eternidad. Él es el Alfa y el Omega, el principio y fin. Dios existe fuera del tiempo. Él está ahí desde el principio de la creación, continúa actuando en ella y también está en la meta final. En el Cielo no habrá más piedras. No habrá más tristeza ni muerte. Nosotros tenemos que decidir confiar que al final de nuestro peregrinaje en la tierra todos estaremos gozando de su presencia eternamente. Estas piedras son temporales. Jesús con su muerte y resurrección ya las ha retirado.

“No tengan miedo.”

Esta es una de las frases más repetidas en la Biblia. Dios sabe que si confiamos en el no hay nada que temer. Al mismo tiempo el sabe que somos humanos, por lo tanto, somos débiles. A pesar de que las mujeres aprendieron acerca de la resurrección de Jesús, se llenaron de temor. Dios no espera que seamos perfectos en nuestra confianza y en nuestro deseo de servirle. Solo hace falta tener fe como un granito de mostaza. El Señor hace el resto. Claro, hay que esforzarnos y pedirle que nos ayude a ser discípulos maduros, pero al mismo tiempo tenemos que reconocer que la santidad no significa perfección. Todos somos pecadores y todos tenemos la oportunidad de alcanzar la santidad. Como decía San Josemaría Escrivá: “un santo es un pecador que sigue intentando.” Necesitamos de su gracia, de los sacramentos y de la oración. También necesitamos el apoyo de nuestra comunidad. Así como las mujeres se fueron apoyando mutuamente, también nosotros necesitamos a otros para compartir nuestra fe, nuestra esperanza y nuestros temores.

María Magdalena, la otra María y Salome no se quedaron en casa ese domingo por la mañana lamentándose de lo que acababa de pasar en sus vidas. Estas experiencias negativas podrían haberles hecho decidir quedarse en casa. En su lugar, se levantaron y se dirigieron a encontrarse con el Señor. Muchos católicos han estado muy desanimados últimamente debido a todos los escándalos recientes de la Iglesia o por otras experiencias negativas personales. Una gran parte de los miembros bautizados piensan que la Misa es bastante aburrida y anticuada, algo así como ir a una tumba. Sin embargo, en el Sacrificio de la Misa nos encontramos con Jesús resucitado que se entrega a nosotros mismos porque nos ama y desea estar íntimamente unidos a nosotros. Exhorto a todos los católicos a tomar esa decisión a veces difícil de correr al encuentro de Jesús resucitado todos los domingos, incluso si el aroma de nuestra fe ha perdido su sabor.

María Magdalena se convirtió en la “apóstol de los apóstoles” (apostolorum apostola) aunque tenía dudas y temores.

¡Qué gran honor para esta mujer valiente! Ninguno de los varones seguidores de Jesús tuvo el privilegio de ser el primer testigo de su resurrección. Todos nosotros, mujeres y hombres, estamos llamados a realizar cosas extraordinarias aun con nuestras debilidades y defectos de carácter. A veces estas cosas extraordinarias se presentan de manera pequeñas y ordinarias, pero para Dios son cosas muy importantes. La clave es dar ese paso hacia lo desconocido. ¿Cuántas veces nos hemos detenido a nosotros mismos o a otros por temor al fracaso y a la decepción? Claro, en la vida tendremos miedo y desilusiones y hay momentos en que la prudencia debe ser nuestra maestra. Pero hay otros momentos en los que debemos tomar riesgos y saltos de fe para lograr nuestros objetivos, sueños y misiones. La buena noticia es que incluso si nos equivocamos en esa decisión, Jesús nos espera allí y no nos dejará caer. Él nos ama y no desea nada más que pasar la eternidad con nosotros en el Cielo.

 

Imagen: La Resurreccion por Annibale Carracci


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