Co-autoria por la Dra. Kate Kingsbury* y el Dr. Andrew Chesnut. Traducido del ingles por la Dra. Fabiola Chesnut, Jefa del Departamento de Artes Finas en Huguenot High School en Richmond, Virginia.
A partir de las últimas décadas, está claro que el clero católico está presenciando una creciente demanda de exorcismos. Un número asombroso de personas se liberan de las fuerzas demoníacas todas las semanas, no solo en los paises en via de desarrollo sino también en Gran Bretaña y los Estados Unidos.
El Papa Francisco, que habla regularmente sobre el Diablo, les dijo a los sacerdotes que “no deberían dudar” en llamar a los exorcistas si escuchan confesiones o ven un comportamiento que indica actividad satánica. Apenas unos meses después de empezar su pontificado pionero, el propio Francisco realizó un exorcismo informal a un hombre mexicano en silla de ruedas en la Plaza de San Pedro. El joven había sido traído por un sacerdote mexicano que lo presentó como poseído por un demonio. El Papa puso sus manos sobre la cabeza del hombre, concentrándose claramente en expulsar a los demonios.
El primer papa latinoamericano aboga por el exorcismo como una arma potente para luchar contra el enemigo y sus legiones. Como la mayoría de sus compatriotas latinoamericanos, Francisc0 considera al Diablo como una figura real que siembra discordia y destrucción en el mundo. En abril pasado, el Vaticano organizó un taller de exorcismo en Roma. Más de 250 sacerdotes de 51 países se reunieron para aprender las últimas técnicas para exorcizar espíritus demoníacos. Junto a la habitual parafernalia espiritual del agua bendita, la Biblia y el crucifijo se incluyó una nueva adición: el teléfono móvil, de acuerdo con el espíritu tecnológico global, para los exorcismos de larga distancia.
El exorcismo es, por supuesto, un rasgo antiguo de la fe católica. Era una parte esencial del catolicismo temprano. La liberación de los demonios estaba dentro del ámbito de los individuos santos, tanto vivos como muertos, y no tenía ninguna formalidad particular adjunta. En la Edad Media, los exorcismos se alteraron, volviéndose más indirectos. Con frecuencia se utilizaron intermediarios espirituales como la sal, el aceite y el agua. Más tarde, la santidad de los santos y sus santuarios, considerados milagros, comenzó a prevalecer sobre los exorcismos reales. En la era medieval, el exorcismo se convirtió en una práctica marginal, pasando de una actuación extática a un rito litúrgico que involucraba a la autoridad sacerdotal.
Durante la Reforma, mientras la Iglesia Católica luchaba conta los ataques protestantes y las divisiones internas, sus prácticas se convirtieron en el centro de atención. En consecuencia, el exorcismo se reclasificó y se sometió a métodos rigurosos a medida que la Iglesia buscaba establecer normas estrictas. Criterios de diagnóstico y legitimidad canónica. La legalidad pasó a primer plano. Surgieron preguntas sobre quién tenía la autoridad y la legitimidad para exorcizar. La Iglesia católica comenzó a restringir quiénes podían realizar exorcismos.
Fue durante el siglo XVII que se definieron las prácticas de exorcismo. De hecho, el rito utilizado hoy es una adaptación del concebido en esa época. Sin embargo el exorcismo fue declinando en popularidad, la figura de Satanás reapareció dramáticamente a medida que los cismas entre los grupos cristianos durante la Reforma fueron conceptualizados como una batalla apocalíptica entre las fuerzas satánicas y la Iglesia de Dios.
Con el advenimiento de la llamada Era de la Razón, definida por los avances científicos, el racionalismo, el escepticismo y un estado secular, se impugnó el exorcismo. Incluso dentro de la Iglesia, algunos intelectuales como Blaise Pascal, que combinaron una perspectiva fideística de la teología con la apertura a la ciencia, tuvieron una visión negativa de la práctica. Los manuales de exorcismo que antes habían circulado libremente fueron suprimidos y, a pesar de la demanda de los laicos, los exorcismos disminuyeron.
En los siglos XIX y XX, a medida que la medicina moderna y la psicología avanzaban, el exorcismo fue ridiculizado. Explicaciones neurológicas y psicológicas, como la epilepsia y la histeria, se ofrecieron para explicar por qué las personas parecían estar poseídas.
El exorcismo volvió dramáticamente en la década de 1970. El éxito de taquilla “El Exorcista” reveló la importancia y la creencia todavía convincente en la posesión demoníaca y la necesidad de liberar almas atormentadas de espíritus malignos. Sacerdotes como Malachi Martin (quien, debe notarse, más tarde fue liberado de aspectos de sus votos por el Vaticano) ganaron notoriedad debido a sus actividades de exorcismo. El libro de Martin, Hostage to the Devil (Rehén al diablo), 1976, sobre posesión demoníaca, logró un éxito considerable. Los carismáticos católicos estadounidenses, como Francis MacNutt y Michael Scanlan, también ganaron prominencia, poniendo aún más el exorcismo en el ojo público.
Sin embargo, el ímpetu inicial para el regreso del exorcismo proviene de fuera de la Iglesia Católica. La oleada en la práctica está fuertemente relacionada con la competencia religiosa. Desde la década de 1980, especialmente en América Latina y África, el catolicismo se ha enfrentado a una fuerte competencia del pentecostalismo, la expresión más dinámica del cristianismo en el siglo pasado. Las iglesias pentecostales ofrecen una vida espiritual vibrante. Son “neumacéntricos”; es decir, se enfocan en el papel del Espíritu Santo. Cuentan con la liberación demoníaca como elemento determinante en sus servicios de sanación. El pentecostalismo es el movimiento cristiano de más rápido crecimiento en el mundo, levantándose desde el 6 por ciento de la población cristiana del mundo en 1970 hasta el 20 por ciento en el año 2000, según la encuesta de Pew.
Desde finales de los años ochenta, la competencia con el pentecostalismo ha llevado a la formación de un cuadro de sacerdotes latinoamericanos afiliados a la Renovación Carismática Católica, que se especializa en los ministerios de “liberación” (o exorcismo). Tal es la demanda actual de liberarse de la posesión demoníaca que algunos sacerdotes, como la superestrella carismática brasileña, el padre Marcelo Rossi, incluso celebran semanalmente las “Misas de liberación” (missas de libertação). El padre Rossi ha reconocido su deuda pastoral con el líder pentecostal brasileño, el obispo Edir Macedo, cuya Iglesia Universal del Reino de Dios llevó el exorcismo a la vanguardia del cristianismo centrado en el espíritu en América Latina. “Fue el obispo Edir Macedo quien nos despertó”, dijo el padre Rossi. “El nos levantó”.
En Camerún, el padre Tsala, un monje benedictino que ha sido sacerdote durante más de 25 años, realiza regularmente exorcismos en Yaundé. Cada semana los ofrece a las innumerables personas que acuden a sus servicios, que son tan populares que el personal de seguridad tiene que asegurarse de que los feligreses no se pisoteen entre sí. Carole fue una de las muchas participantes en un servicio el año pasado. Ella había buscado toda la ayuda médica moderna posible para su tumor cerebral, pero fue en vano. Se volvió hacia el padre Tsala, y después de numerosas sesiones de oración y liberaciones demoníacas, afirma haber visto una mejora considerable en su salud.
A medida que la Renovación Carismática Católica se ha expandido entre las clases trabajadoras latinoamericanas y africanas, también ha aumentado la demanda de curación física y exorcismo. Muchos católicos urbanos empobrecidos, como sus contrapartes pentecostales, buscan ayuda divina para sus aflicciones relacionadas con la pobreza. Por lo tanto, los carismáticos de la clase popular suelen implorar al Espíritu Santo que los capacite para superar aflicciones como el desempleo, las enfermedades físicas, las luchas domésticas y el alcoholismo.
En Brasil y en gran parte del Caribe, la posesión se atribuye a menudo a los exús o espíritus embaucadores liminales de Candomblé, Umbanda. En México, es cada vez más el espíritu de la Santa Muerte el que está siendo expulsado de feligreses poseídos. En África, suele ser los indígenas, los espíritus pre-cristianos que son culpados, como Mami Wata en África Occidental, o Tokoloshe en Sudáfrica.
Mientras tanto, en los Estados Unidos y Gran Bretaña, los feligreses creen cada vez más que los demonios son la causa de sus diversas tribulaciones. Un estadounidense al que entrevistamos del adentrado sur creía que un automóvil que no podía reparar a pesar de los innumerables viajes al taller estaba poseído por fuerzas satánicas que, en su opinión, solo un sacerdote católico podía eliminar. Un sacerdote en una iglesia apostólica en Georgia informó que la demanda de exorcismos en los últimos dos años había aumentado tan drásticamente que no podía seguir el ritmo. Los católicos acudieron a él con una serie de problemas que atribuyeron a la posesión demoníaca, desde el amor y los problemas de salud hasta los cambios en la personalidad. Muchos habían buscado servicios del estado, como ayuda psicológica o atención médica, que no les habían funcionado, antes de recurrir al sacerdote.
Todo esto subraya que el exorcismo está en aumento y ya no es una práctica marginal. Con el fracaso de la medicina moderna, la psicología y las modas del capitalismo para explicar las dificultades, resolver problemas u ofrecer oportunidades iguales a todos, los demonios y las fuerzas satánicas a menudo son culpados por los problemas, ya sea en África, América Latina, Europa o los Estados Unidos. Aún hoy, cuando las instituciones, los servicios y las lógicas modernas fallan, y cuando prevalecen las injusticias, muchos creen que las entidades sobrenaturales son la causa. Después de todo, el Diablo está en los detalles, y para muchos católicos, Satanás puede ser el culpable de los
males del mundo.
*Dr. Kate Kingsbury obtained her doctorate in anthropology at the University of Oxford, where she also did her Mphil. Dr. Kingsbury is a polyglot fluent in English, French, Spanish. She is a polymath interested in exploring the intersections between anthropology, religious studies, philosophy, sociology and critical theory. Dr. Kingsbury is Adjunct Professor at the University of Alberta, Canada. She is fascinated by religious phenomena, not only in terms of their continuity across the Holocene and into the Anthropocene but equally interested in the changes wrought to praxis and belief by humans ensuring the infinite esemplasticity that is inherent to all religions, allowing for their inception, survival, alteration, regeneration and expansion across time and space. Dr. Kingsbury is a staunch believer in equal rights and the power of education to ameliorate global disparities. She also works pro bono for a non profit organisation that aims to empower and educate girls in Uganda. Follow Dr. Kingsbury on Twitter