¿Cómo podría Dios romper el Gran Mandamiento?
Por John Shore
Nadie tiene forma de saber si existe el infierno, o cómo se siente Dios respecto a la homosexualidad. Podemos simular que sabemos. Podemos ciertamente suponer sobre ambas cosas. Pero no podemos saberlas. La Biblia está abierta a un número infinito de interpretaciones totalmente legítimas. Ese es uno de sus grandes milagros: en tantas formas, y sobre tantas cosas, la Biblia insiste en que saquemos nuestras propias conclusiones.
Si la Biblia fuera perfectamente clara sobre dónde separa Dios respecto a los gays y al infierno, la cuestión de la homosexualidad no estaría dividiendo a la Cristiandad en dos, y ningún cristiano se tomaría en serio al libro de Rob Bell, El amor gana*. Pero estas cosas están sucediendo.
La conclusión es que cada uno de nosotros debe decidir por sí mismo si el infierno existe, y si ser gay está bien o no.
Incluso con lo confusamente compleja que la Biblia puede ser, la única cosa que deja extremadamente clara es que el objetivo y la misión primaria, fundamental de Jesús, era el amor. Cuando Dios viene a la tierra y camina y habla como un hombre, estamos entrando directamente en cosas que sabemos que no podremos comprender. Pero la única cosa clara como el agua es que Jesús vino a tratar de ayudarnos a comprender la completitud y magnitud del amor de Dios por nosotros.
Esta es mi forma de ver a Jesús, de todos modos: antes que nada, Él quería comunicarnos el infinito grado al que cada uno de nosotros, individualmente, es amado por Dios.
Cuando acepto eso como cierto, sé exactamente qué pensar de las cuestiones “controvertidas” sobre los homosexuales y el infierno. Si empiezas con la convicción de que (como Juan nos dice), Dios es amor, entonces te tomas en serio a Jesús cuando declara que la más importante de todas las leyes es que amemos a nuestros vecinos, entonces el debate sobre si Dios manda o no manda a todos los no-cristianos al infierno, o si Dios está ok con los gays y las lesbianas, se disuelve. Porque pensar y hablar del infierno y/o de la condenación de Dios a los homosexuales te mueve más allá de lo que sabes de Jesucristo, y en un mundo de especulación constante.
Soy una persona un poco lenta. No me gusta pensar mucho. Prefiero ir con lo que sé, y, cuando sea posible, olvidarme del resto.
La idea de un Dios que condenaría a todos los no-cristianos y/o homosexuales al infierno para siempre es diametral y lógicamente opuesta a la idea de un Dios que ama a la humanidad. Significaría que Dios mismo no está obedeciendo la misma ley que Dios mismo dijo es la mayor de todas.
Eso no tiene sentido. Así que lo rechazo.
Empiezo con el amor de Jesús, dejo todo lo demás caer.
Adiós infierno.
Adiós a la idea de que “cristiano homosexual” es un oxímoron.
Hola, Jesús.
* N. de la T.: “Love Wins”, de Rob Bell.