De una mujer cristiana que eligió realizarse un aborto

De una mujer cristiana que eligió realizarse un aborto January 18, 2011

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Esto me llegó hace un par de días:

Querido John,

No te conozco lo suficientemente bien como para compartir essto, pero nunca habrá nadie en mi propia iglesia con quien pueda compartirlo. El artículo que escribiste sobre el aborto [“Los cristianos y el aborto: ¿qué somos, bebés?”] realmente llegó a mi corazón.

Yo fui una vez una cristiana sentenciosa que, en una ocasión, incluso se levantó ante una congregación y dio su testimonio acerca de cuan agradecida estaba de que yo nunca había tenido que realizarme un aborto, y nunca lo haría.

Esto fue justo después de que una muy muy querida amiga mía había decidido realizarse un aborto. Me sentía pagada de mí misma y de alguna manera mejor que ella – como si de algún modo yo habría hecho una elección más piadosa que la que ella hizo.

Bueno, viví para arrepentirme de cada palabra de ese perfecto testimonio Baptista del sur, cuando, en el futuro, me encontré con la misma cosa que yo estaba tan segura que estaba tan mal.

Muchas veces he deseado que hice la elección que hice porque estaba en una situación de vida o muerte. Incluso me dije a mí misma, muchas veces, que estaba en una situación extrema. Pero eso simplemente no es verdad. Había circunstancias que eran inusuales, pero no representaban un peligro físico para mi vida. Acababa de tener un bebé; él tenía cuatro meses cuando mi padre murió después de haber estado un mes en soporte vital. Ni siquiera sabía que estaba embarazada hasta una semana después del funeral de mi padre. Me habían dado cuanto sedante y tranquilizante existía durante ese mes y después del funeral. Había quedado con una madre destrozada, tres hijos con menos de seis años de edad, un marido desempleado y un matrimonio muy inestable. Había tenido complicaciones con todos mis embarazos, pero nadie me había dicho que mi vida estuviera en peligro. Así que rápidamente hice los arreglos y seguí el proceso como un robot.

Mi hijo más joven, que pronto tendrá veinticinco años, tenía entonces cuatro meses cuando me hicieron el aborto (Guau… nunca había escrito esas palabras antes.)

He vivido con la verguenza y la desgracia de lo que hice por veinticuatro años, y básicamente me condené a mí misma como una asesina que no merecía el amor de Dios.

Perdí a mi preciosa madre en 2005 sin haberle nunca contado mi historia. Ella habría sido la única persona que nunca me habría juzgado, pero simplemente no pude hacerlo. Lo he guardado dentro de mí y lo he dejado que me lastrara durante todo este tiempo. Lamento el acto y lamento todas las cosas que yo podría haber hecho si no hubiera dejado que la culpa me detuviera. He subestimado a Dios respecto a lo que Él es capaz de hacer sólo para castigarme a mí misma. Ese terminará siendo mi más grande arrepentimiento y carga.

Pero nunca abandoné a Dios. Continué leyendo la Biblia y pidiendo Su guía para mi entendimiento. Traté de vivir mi vida en servicio a mi familia y a los demás, pero no pasa un día que no me sienta indigna de alguna de las muchas bendiciones que tengo. Cada día despierto con esa culpa y vergüenza [pensando] que nunca voy a ser realmente perdonada. No porque Dios no perdone, sino porque yo me puse de pie frente a la gente y dije lo que yo creía que creía – y entonces hice exactamente lo contrario, porque no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

Ahora, todos los días, escucho a la gente hablando de qué pecado tan grande es el aborto, como si fuera el único pecado (excepto quizás ser gay) que nos enviará al infierno. Y no pienso en mí, si no en mi querida amiga, y en cuan duro debe haber sido para ella pasar por todo ese proceso sin mi completo apoyo. Nunca le dije a nadie de su decisión. Pero ella sabía que yo no lo aprobaba.

Ella murió hace unos años de cancer de pecho. Era como mi hermana, y una persona maravillosa. Nunca se hizo pasar por algo que no era. Era como el resto de nosotros- hacía lo mejor que podía con lo que tenía en el momento. Me merezco ser juzgada, pero ella no. Así que siempre voy a defender a la gente que honestamente pensaba que estaban haciendo lo correcto.

Gracias por al menos haber demostrado que no todos los cristianos vuelven su espalda a la gente que comete errores.

Que Dios te bendiga, y a tu sacerdocio.

Querida mujer que me escribió esto:

Mi Dios. Cómo has sufrido.

Así que la casa de tu sufrimiento tiene cuatro paredes: una por tu hijo no nato, otra por tu difunta amiga, otra por tus padres y otra por tu separación de Dios.

Esa es una casa oscura, hermana, un lugar muy frío para vivir. Estoy muy contento de que me hayas escrito. Significa que te estás moviendo hacia la puerta de esa vivienda tan triste: que el sol y el Hijo te están llamando para que salgas y empieces una vida mejor, más cálida.

Eres cristiana. Y entonces comprendes el horror crudo, visceral, que experimentó Cristo en la cruz. Y sabes por qué ese maravilloso sacrificio sucedió. Sabes que Dios encarnado como Cristo tomó en su forma corpórea todo nuestro dolor, nuestro sufrimiento, nuestros corazones rotos, nuestra pena, nuestra vergüenza, nuestra decepción, nuestro sufrimiento y nuestro miedo – y lo borró todo con el fuego blanco de su amor por todos y cada uno de nosotros.

Lo sabes. Tú sabes quién era Cristo, tú sabes lo que hizo, tú sabes por qué lo hizo. Y así como sabes la naturaleza y el propósito de Cristo, sabes qué y quién eres. Sabes que no se supone que seas perfecta, sin mancha, maravillosa: la mejor amiga que existe, la hija ideal, la madre sin defectos. Sabes que ser así no fue nunca el plan. Sabes que nadie llega nunca a ser la persona que desean haber sido.

Nacimos necesitados y débiles, y pasamos nuestra vida de la misma manera. Nadie se escapa de eso. Todos estamos asustados, confundidos, alienados, solitarios, enfadados, egoístas, con deseos físicos, avariciosos, oportunistas, injustos, inmorales, locos por el amor. Todos nosotros estamos perseguidos por nuestras propias insuficiencias y nuestros fallos.

La vida es, después de todo, un valle de lágrimas.

Lo sabes. Tú de entre toda la gente lo sabes.

Hemos nacido para perder. Hemos nacido destrozados. Hemos nacido clavados a una cruz.

Tú y yo y todas las personas del mundo hemos sido diseñados, a la larga, para volvernos a Dios – para ir a Él con nuestras tristes vidas en nuestras manos, suplicando “Por favor, toma esto. No me sirve. No puedo hacerlo. He fallado y sé que no puedoo hacer nada, pero… Ayúdame. Soy tuyo.”

Y efectivamente, la conciencia de Cristo empieza a llenar la nuestra. Allí, en la cruz, encontramos el alivio que buscamos. Encontramos consuelo. Encontramos la fuente del amor que no podemos crear para [por?] nosotros mismos.

Encontramos la absolución.

Encontramos que estamos – ¡incluso nosotros!- estamos perdonados.

Lo que es fenomenal sobre el perdón de Dios es que es muy específico: aparece con una razón detrás que es real, específica, fácilmente comprensible.

Dios no sólo te perdona; te dice por qué te perdona.

Woo-hoo!

Es obviamente presuntuoso de mi parte – pero, ya que me escribiste, déjame que comparta contigo mi creencia de cómo Dios ve tus transgresiones que por tanto tiempo te han causado semejante pena:

Tu hijo nonato: Cuando tomaste la decisión que tomaste al respecto de tu embarazo, apenas estabas funcionando. Estabas tan consternada, estresada y apenada como una persona puede estar – y suena como si hubieras estado sufriendo una depresión post parto, algo que por supuesto puede ser peligrosamente debilitante. Y estabas intensamente medicada. La condición en la que estabas era algo más que “inusual”. Era ruinosa. Yo te garantizo absolutamente, al 100% que Dios te perdona por la decisión que tomaste en el estado en el que estabas. No daría un rábano por ningún dios que no lo hiciera. ¿Tú lo darías? Estabas consternada, le rezaste a Dios para que te guiara y entonces tomaste una decisión difícil. No eres culpable de nada. Hiciste tu trabajo: le rezaste a Dios. Eres inocente.

Tu amiga: Es cierto que no fuiste la amiga que podrías haber sido. Pero porque esa falla está emocionalmente ligada con la elección que hiciste tiempo después durante tu embarazo, esa transgresión ha tomado mucho más peso para tí del que merece. Eras joven cuando fuiste a tu iglesia a decir que nunca te harías un aborto. Eso es una cosa típica de los jóvenes: es tan inmaduro, un intento tan obvio de ser alabado, de pertenecer, de afirmarse con una identidad ganadora. Y está muy basado en una de las características que definen a la juventud: certidumbre moral. La gente joven sólo puede ver al bien y al mal en términos claros, o blanco o negro, aún no han desarrollado una capacidad de apreciación de los infinitos medios por los que los blancos-y-negros morales pueden volverse sombras infinitas de gris. El fallo real de tu experiencia se encuentra en los adultos que estimularon y permitieron un discurso tan insípido. Una persona realmente madura te habría dicho que te sentaras y permanecieras en silencio. ¿Quién quiere oir a una persona joven alardear de su superioridad moral? La única razón por la que te dejaron decir eso fue porque les servía para sus propios objetivos: esencialmente te usaron como propaganda, y no hay más vueltas. Eso es culpa de ellos – pero no tuya. No eres culpable de nada allí excepto de ser joven. Y eso (¡gracias a Dios!) no es ningún crimen.

Tus padres: por supuesto que es horrible perder a los padres, siento muchísimo que eso te haya sucedido. Pero no necesitas sentirte mal por no haber compartido con tu madre la decisión que tomaste en las semanas posteriores a la muerte de tu padre. Ella lo sabe ahora ¿no? Y estoy seguro de que te perdona por ello. ¿No lo harías tú, si fueras ella? Tú querías que tu madre pensara tan bien de tí como fuera posible. ¿Quién no quiere eso de su madre? Estoy seguro que ahora mismo tu madre está esperando, con Dios mismo, para abrazarte fuerte y por mucho tiempo y decirte cuanto te ama y que ciertamente te perdona.

Tu separación de Dios: Para mí, el pensamiento sobresaliente de tu carta es que incluso cuando sabes que Dios te perdona, no te perdonas a tí misma. Eso mismo es un problema, eso es algo en lo que deberías focalizarte. Lo que estás haciendo con ese cálculo es ponerte por encima de Dios. Estás diciendo que tu juicio de que no estás perdonada tiene más peso para ti que el juicio de Dios de que sí lo estás. Muestra que no estás dejando realmente que se cumpla la voluntad de Dios respecto a tí. Significa que estás negando lo que Cristo hizo por tí en la cruz.

Eso es (a falta de una palabra mejor, más bonita) ego. Necesitas dejar eso atrás.

Estás perdonada por Dios. Cristo murió para que pudieras tener la absolución de Dios.

Si eres cristiana, lo crees.

Así que sé cristiana. Créelo. Sábelo. Acéptalo

Vive con ello

No dejes que tus cortinas sigan cerradas ante el amanecer de un nuevo día. Ábrelas. Deja que el Hijo entre.


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